Black Cat Café, la historia del bar de San Francisco donde siempre era Halloween
Dedicamos un reportaje al icónico establecimiento Black Cat Bar, tan representativo de la cultura queer en la historia gracias a Halloween
Nos referimos a Halloween como la festividad donde la gente se disfraza, talla Jack-o’-lanterns o las productoras aprovechan para estrenar películas slasher en estas fechas. Los hay que combinan todo esto con las tradiciones o que se hacen su propia fiesta, como pasarse el mes de octubre o el 31 viendo películas de terror o jugando videojuegos de este género. En cualquier caso, Halloween es sinónimo actual de fiesta. Sin embargo, la Víspera de Todos los Santos tuvo un carácter subversivo en sus noches de fiesta. Es momento de hablar sobre el Black Cat Café, la calle Castro y otros símbolos de la libertad sexual.
Bares al estilo Black Cat Café en el mundo
Antes de entrar de lleno en el local que nos interesa, viene bien repasar ciertos precedentes o locales abiertos tras la influencia de los que antes se atrevieron.
Dos de ellos, quizás los más reconocidos, fueron los bares Le Zanzibar, en Cannes, y Eldorado, en Berlín. No puede sorprendernos el mensaje libertario del primero, pues debemos recordar que la homosexualidad en Francia fue despenalizada en 1791.
Así pues, este bar abrió en 1885 —pero cerró en 2010— y rápidamente se convirtió en un frecuentado punto de reunión. En cuanto al segundo bar, fue uno de los símbolos drag de Alemania a principios del siglo veinte, pero la llegada del Partido Nazi al gobierno provocó su clausura en 1933, junto a otros catorce locales nocturnos afines. Por supuesto, estos casos no son los únicos documentados sobre locales a favor de la libertad sexual.
Encontramos en Inglaterra el The Cave of the Golden Calf, abierto desde 1912 a 1914; en Singapur tenemos, aún en pie, el Crocodile Rock, fundado en 1980 y que fue el primero en apostar por un lugar de encuentro de homosexuales —en un primer momento fue un club lésbico—, a pesar de que el país tenía un buen número de locales donde tenían una noche dedicada al colectivo, o siguiendo el encuentro entre mujeres homosexuales tenemos el Eve’s Hangout de Nueva York, abierto en 1925 y cerrado en 1926 después de que su dueña, Eva Kotchever, fuera condenada por «obscenidad» y «desorden», provocando su deportación de Estados Unidos con destino a su país natal, Polonia. Años después fue encarcelada en Auschwitz, donde murió.
The Black Cat Bar: donde no existían las máscaras
Regresando al tema que nos incumbe, cruzamos el océano y nos vamos a Estados Unidos, en concreto a North Beach, un barrio de San Francisco. El Black Cat Café (no confundir con el Black Cat Tavern, también proLGBTQI+, pero abierto en 1966 en Los Ángeles) se presentó al mundo en 1906, pero cerró en 1921, un año después de implantarse la Ley Seca en el país… y resucitó en 1933, cuando se derogó la ley.
Aunque se hizo popular en San Francisco por ser refugio de los bohemios, unos años después comenzó su guerra contra las autoridades.
Y no podemos hablar sobre este local sin mencionar su figura más reconocida, además de ser un ícono del activismo LGBTQI+: José Julio Sarria. Por ello creo que merece la pena repasar brevemente su biografía. Este hombre, que sirvió para el ejército de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, tenía como sueño ser profesor.
Empezó a frecuentar el Black Cat Café, y de hecho ahí conoció a Jimmy Moore, quien reconoció que fue el amor de su vida —anteriormente mantuvo una relación con Paul Kolish, barón austriaco que huyó de los nazis, pero su romance fue breve y trágico, pues Paul murió junto a su hijo en un accidente automovilístico en 1947—. Debido a la condena que recibió por su orientación sexual, decidió reinventarse. Fue entonces cuando lo contrataron para trabajar en el Black Cat. Y aquí empieza lo bueno.
En un principio, José Sarria fue contratado para atender las mesas, pero no tardó mucho en convencer a sus dueños para que le dejaran realizar sus propios espectáculos los viernes por la noche. Así pues, consiguió lo que quería. Bajo la personalidad de su alter ego drag, que en resumidas cuentas se caracterizaba por sus actuaciones satíricas y revolucionarias bajo el contexto paródico de óperas conocidas, como Carmen, comenzó su misión.
En una de sus actuaciones en el Black Cat Café pidió al público que se cogiera de la mano y coreara su versión de My Country, ‘Tis of Thee, canción patriótica estadounidense que emplea la melodía del himno nacional de Reino Unido, titulada de God Save us Nelly Queens. Con ella se alentaba a los hombres multados por cargos «inmorales» a exigir un juicio con jurado —evidentemente, la inexistencia de pruebas supondría su absoluta inocencia—.
Pero aquí no quedó su involucración en el activismo LGBTQI+, pues en 1961 lanzó un mensaje contundente: presentarse a la Junta de Supervisores de San Francisco. No ganó, pero recibió siete mil votos. Este atrevimiento le supuso la enemistad de los «jefes gordos» políticos de San Francisco.
Sí, San Francisco era un océano de libertad, pero en su superficie patrullaban los barcos de las prohibiciones, comandados por la policía, así que había que esquivarlos. El veto contra los homosexuales era tal que quedaba expresamente prohibido venderles bebidas alcohólicas. Por lo tanto, las redadas en el Black Cat Café formaban parte de su itinerario.
Sin embargo, no esperaban que la resistencia superara a las fuerzas de asedio, pues las personas que apoyaban la libertad en todas sus vertientes eran mayores que aquellas asentadas en valores tradicionales.
A pesar de los esfuerzos de los parroquianos del Black Cat Café, no pudieron evitar que las multas se acumularan. De esta forma, las autoridades les retiraron la licencia el 31 de octubre de 1963.
Esa noche, aunque los policías patrullaban dentro y fuera para ver que todo estuviera en orden, nada podrían hacer; como comenta David J. Skal en su libro Halloween: La muerte sale de fiesta, «había una excepción en este dominio draconiano de la brigada antivicio». «Como si de un capítulo de La cenicienta se tratase —observa el historiador Randy Shilts—, una vez al año la policía concedía una noche de libertad a los homosexuales».
Esta fecha era muy adecuada, pues, como añade Shilts, «al fin y al cabo los gais se pasan la mayor parte de su vida escondiéndose detrás de una careta». Así pues, más de dos mil personas decidieron rendirle tribute en la Noche de Brujas al reducto de la libertad sexual, con José Sarria a la cabeza, entre vasos con zumos y refrescos. Durante unas horas, no tenían que usar una careta por obligación.
Aunque las autoridades ganaron una batalla, la guerra no había hecho más que empezar.
La lucha continúa en la calle Polk
El Black Cat murió, pero el espíritu liberal seguía presente para luchar contra la ley que prohibía el travestismo. Una muestra de esta incesante pelea era la fundación —aún en pie— que creó José Sarria: la Corte Imperial. David J. Skal recoge el testimonio de un observador local, que protege su anonimato bajo el pseudónimo de Tío Donald.
Señala que, aunque el Black Cat ya no existía y durante los años sesenta y setenta no había ningún evento de Halloween específicamente para homosexuales o drags, había muchos bares en la zona céntrica y la calle Polk que organizaban fiestas acordes al espíritu de la festividad, como concursos de disfraces. En un principio, las drag queens y sus acompañantes «masculinos» —que vestían con esmoquin— alquilaban limusinas para ir de un bar a otro luciendo sus modelos, pero esto adquirió tanta popularidad que pronto se llenaron autobuses para realizar la misma ruta.
Así pues, las calles se llenaron de colorido y el mensaje de libertad empezó a expandirse, siempre con Halloween de fondo. Pero los incidentes posteriores demostraron que la guerra iba a ser muy larga.
Durante la noche de Halloween de 1976, cuando estas celebraciones se extendieron durante una semana previa a la Víspera de Todos los Santos, alguien tuvo la magnífica idea de arrojar botes de gas lacrimógeno por toda la calle Polk, lo que originó vandalismo en muchos locales gays —algo que, por cierto, estaba a la orden del día—.
Este hecho provocó que las celebraciones de la calle Polk fueran peligrosas y hubiera más personas dispuestas a crear odio que a disfrutar. Y, a pesar de que intentaran tapar esta oleada liberal en esta famosa calle, otra recogería su testigo.
El Castro: símbolo de resistencia
El siguiente barrio beligerante en la guerra es Eureka Valley, conocido familiarmente como «el Castro» por el nombre de su principal vía comercial —y en honor al líder de la oposición mexicana José Castro contra la toma estadounidense de California en el siglo XIX, y posteriormente gobernador—.
La comunidad LGBTQI+ aprovechó la circunstancia de que la calle Castro quedaba cortada al público en época de Halloween debido a que el dueño del bazar Cliff’s Variety organizaba su particular celebración. Los escaparates de su tienda se llenaban de estampas mecanizadas, y usaba el remolque de un camión como escenario improvisado para un concurso de comer tartas y otro de disfraces. Así pues, esto constituyó un nuevo punto de reunión donde seguir celebrando, en paz, la festividad.
Debo recordar que el senador republicano John Briggs intentó prohibir que los homosexuales dieran clases, y ante su visión conservadora de Halloween alegó, cito textualmente: «Halloween es una noche para los niños y a mí quienes me interesan son los niños». Existen otros asuntos políticos a tratar, como el asesinato del concejal gay Harvey Milk a manos de un expolicía, pero no quiero desviar mucho la atención de Halloween.
Y, como hemos leído anteriormente, lo bueno tiene un final. Aunque, en este caso, feliz, pero no por ello menos violento.
En 1979 se creó la organización de voluntarios Comunidad Unida Contra la Violencia (CUAV en su original) con la intención de contener disturbios y, en definitiva, patrullar y asegurarse de que todo estaba en paz. La calle Castro se convirtió en punto principal de su financiación anual.
En 1982, un grupo de jóvenes aprovechó la noche de Halloween para gritar consignas antigay y destrozar los escaparates de distintos comercios; el siguiente par de años repitieron, pero con muchas menos personas, hasta que en 1984 la tensión explotó. No solo los vándalos portaban armas, que aprovechaban para disfrazarse de jugadores de béisbol, golfistas o ancianos para portar bates, palos o garrotes, sino los homosexuales, que querían defenderse de los ataques.
El 18 de octubre de 1986, aprovechando la cercanía de Halloween y el inminente comienzo de las distintas celebraciones en el Castro, la CUAV emitió un comunicado donde, en resumidas cuentas, dejarían de patrullar las calles en estas fechas por temor a que les pudiera pasar algo. De esta forma, la CUAV se unió a las fuerzas policiales para garantizar la seguridad. Esto se tradujo en la reducción de voluntarios y en la condición de que los que estuvieran patrullando lo harían acompañados de un policía.
Por último, hacia 1990, tal era la gente que se reunía en la calle Castro que empezaron a acordonarse muchas más zonas que antes. Aparecieron las Hermanas de la Perpetua Indulgencia, un grupo de drag queens disfrazados con hábitos de monja y que realizaban espectáculos callejeros en tono bufonesco. Así pues, ahora la zona contaba con la ayuda de unos inesperados aliados que hacía unas décadas eran sus enemigos. Y eso propició que Halloween pudiera vivirse con el desenfreno que hoy en día continúa.
El desfile de Halloween de Greenwich Village
Antes de despedirme, quiero mencionar esta celebración que tiene lugar en Nueva York: el desfile, fundado en 1973 por un marionetista y fabricante de máscaras llamado Ralph Lee.
Debido al alto porcentaje de homosexuales en el West Village y a los festejos celebrados el día 31 en la calle Christopher, principal avenida comercial gay, esta celebración adquirió una alta popularidad. La intención de Ralph Lee fue crear un espectáculo que reuniera simbología y mito de la festividad para atraer a todo tipo de público, sin restricciones: todos congregados para disfrutar de Halloween con diversión.
Su desfile, que serpenteaba entre calles estrechas del distrito de Greenwich Village, incluía gigantes y cabezudos. Esta iniciativa rápidamente cautivó la atención de la comunidad LGBTQI+, quien se involucró en la coreografía, diseño de las máscaras, temáticas y todo lo relacionado con el desfile, en definitiva.
Y lo consiguió, desde luego. Porque, en la actualidad, esta celebración del 31 de octubre reúne a unos sesenta mil participantes y más de dos millones de espectadores, y las calles durante la noche se llenan de color y disfraces para conmemorar, con un significado distinto, la Víspera de Todos los Santos.
Y hasta aquí ha sido todo, Videojuerguistas. Por supuesto, Halloween no solo ha servido como reivindicación por la libertad sexual —que hoy en día siguen manteniéndose o incluso apareciendo nuevas iniciativas—, pero he decidido dedicar un artículo a este tipo de protesta que tiene como telón de fondo las máscaras y el más allá. ¡Felices desfiles!
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