Análisis de ‘La noche de Halloween’ (1978) de John Carpenter – Curiosidades y puntos clave de la película que instauró las bases del slasher y la cultura pop de Todos los Santos
Si pensabais que iba a dejar de ser pesado con mi festividad favorita, estabais equivocados: sigo aquí y mezclándola con mi otra afición: el cine slasher. Michael Myers es todo un icono de la cultura pop y su imagen ha promovido no solo el subgénero, sino la fiebre por los disfraces en la noche de Halloween, la Víspera de Todos los Santos. Es momento de repasar sus hitos, y qué mejor fecha que ahora, con la celebración tan cerca.
Ahora sí: ¡dentro cuchillo!
Una época convulsa
Estamos en 1978. El filicidio cometido por Ronald O’Bryan en la noche de Halloween de 1974 aún amartillaba en la memoria colectiva. Además, el estreno de La matanza de Texas (1974, Tobe Hooper) no contribuiría a templar los ánimos de una población hipersensibilizada.
También se unió el caso del «Asesino de niños del condado de Oakland» (y que a día de hoy sigue sin resolver), que se saldó con la vida de cuatro niños (confirmados, al menos: dos chicos y dos chicas) entre 1976 y 1977.
Con esta premisa, Halloween (1978, John Carpenter)o como aquí se rebautizó La noche de Halloween, iba a suponer un punto de inflexión. Apostaría por los asesinatos y recordaría una fecha trágica: 31 de octubre.
Sin embargo, se diferenciaría de la película de Hooper por no emplear sangre y adoptar unas técnicas distintas. El miedo del sector más conservador residía en que esta película supusiera una inspiración para los sádicos, quienes podían ver en Michael Myers la personificación de la misoginia y el desenfreno homicida.
La propuesta dirigida por Carpenter asentaría las bases de un subgénero que, como la propia festividad actual de Halloween, empezaba a configurarse.
Adaptación de la leyenda urbana
Aunque en 1979 se estrenaría Llama un extraño (When a Stranger Calls. 1979, Fred Walton), John Carpenter hizo su propia versión de la leyenda urbana con anterioridad.
Si Halloween trata sobre muertos o leyendas urbanas (por sintetizar), La noche de Halloween hace lo mismo. En su origen, de hecho, la cinta iba a titularse The Babysitter Murders.
Esto nace de la leyenda urbana que pululó en la década de los sesenta sobre el asesinato de una canguro (y sus múltiples variantes, que si escribiera sobre ellas ocuparían gran parte del artículo). La historia estuvo propiciada por el asesinato (así aparece) de Janett Christman en 1950.
Una muestra inteligente para recrear la leyenda es el empleo tanto del plano subjetivo cuando observa a sus víctimas como del dorsal cuando se encuentra tras ellas: se pretende intencionadamente colocarnos en la perspectiva del propio acechador.
Le confiere a la amenaza una condición de anonimato y superioridad, un estatus muy ventajoso (que en el caso de Myers alcanza la inmortalidad). Su objeto de deseo es totalmente ajeno a esa presencia, atribuyéndole al mismo una vulnerabilidad que el asesino aprovechará en su beneficio.
Todos los psychokillers quieren ser Michael Myers: radiografía de una leyenda
La clave de un buen asesino en el slasher no es su profundidad psicológica (para eso, tenemos películas como Seven o series como Mentes criminales), sino todos los elementos que integran su aspecto externo.
Sí, es posible que Michael Myers no tenga elementos destacables, pero es precisamente esta normalidad la que le ha elevado hasta el trono del subgénero.
Empezamos por su máscara, adquirida por 1,99 $ en una tienda de disfraces a las afueras de Los Angeles: tenía el rostro del capitán Kirk de Star Trek, es decir, del actor William Shatner. Se compraron varios ejemplares para realizar pruebas, hasta que crearon la más convincente; por el camino se descartó la primera opción de todas: una careta de payaso con el maquillaje derramado.
La simpleza en el diseño consiste en eliminarle toda expresión facial para no poder expresar sentimiento alguno, algo que puede acercarlo a la conducta sociópata de sus iguales reales. Es este desconocimiento lo que genera la inquietud una vez te encuentras con su rostro.
Con el tiempo, la máscara ha transformado la simbología de los asesinos, a la par que el personaje de Myers evolucionaba o era empleado como un sujeto de experimentaciones en entregas posteriores.
Así, descubrimos que se ha establecido un vínculo indivisible entre el hombre y la cara que sobrepone a la suya, como si fuera realmente un ente que controla su voluntad y lo despoja de todo atisbo de humanidad. A medida que transcurre el tiempo, la unión es más poderosa y Michael se desprende de su verdadero ser…
De este modo, un trozo de plástico es capaz de incrustarse en el imaginario colectivo de varias generaciones y esa hazaña es un logro al alcance de muy pocos.
Seguimos con su forma de actuar. En la película original, nos encontramos con que es una persona normal, a pesar de todo. Y digo esto porque se tendía en deshumanizar al antagonista del slasher; aquí vemos que incluso sabe conducir (¿cómo, si pasa tantos años interno en un hospital psiquiátrico…?).
Pensamos de inmediato en el asesino de La ciudad que teme al ocaso (o Terror al anochecer. The Town that Dreaded Sundown. 1976, Charles B. Pierce), pero al inspirarse en un caso existente pierde ese punto de imaginería ficticia y desligamiento de la realidad que debe tener todo slasher.
Aun así, en una época donde el subgénero tal y como lo conocemos no estaba asentado, el público encontraba más aterrador a un asesino tipo Myers que a uno de rasgos invencibles o sobrenaturales.
Además, el personaje no muestra una corpulencia sobrehumana, velocidad trepidante o experiencia en el uso de todo tipo de armas: su rostro impávido y su mirada incognoscible son su mayor fuerza.
Porque aquel Michael no tenía cualidades extraordinarias; de hecho, Carpenter quería que Nick Castle (el amigo que se vestía del asesino) simplemente caminara.
Hoy en día vemos esto como algo increíble que se soluciona corriendo más que tu perseguidor y lanzándole un cohete como si fuera el jefe final de un Resident Evil; en la época, era el resultado que esperaban cosechar. Los 1,78 metros de estatura del actor avanzaban impasiblemente hacia sus víctimas, como una amenaza fría e implacable imposible de detener.
Toca terminar con el símbolo del slasher: el arma ejecutora. Estamos en un momento donde ya no valen las antiguas reglas, que están en continuos cambios y que incluso se entremezclan con las de otros subgéneros, como el terror psicológico (o en idioma moderno terror elevado o posthorror) en propuestas como X (2022, Ti West).
En aquellos años, el cuchillo era el icono de todo asesino: vulgar, fácil de encontrar, descontaminado de cualquier valor social que pudiera acuñársele.
En este caso, el cuchillo de carnicero fue el mejor amigo de Myers. Esto enlaza con el hecho de que todos tenemos un buen arsenal en un taco, lo que es casi como una invitación para que el asesino que invada nuestro hogar se despache a su gusto.
El arquetipo de chica final
Esto es crucial, porque el asesino no hace un buen slasher, sino que debe contar con su chica final. Hablo de esto en el artículo de mi blog El papel del último superviviente en el slasher, así que voy a adelantar un poco.
Laurie Strode representaba los elementos que debía tener una chica final (ahora pueden sonarnos anacrónicos, pero debemos situarnos en el contexto que nos concierne). Era la chica joven, virginal, estudiosa, inteligente y que rehuía la desinhibición de sus amigas.
El mensaje subyacente, así, se disparaba cargado de toda la moralina (¿deberíamos decir represión?) de la época: “si haces lo moralmente correcto, te salvas”.
Además de esto, también debía ser valiente para defender a los niños que tenía a su cargo y, obviamente, para evitar que Myers la convirtiera en un número más de su lista de bajas personal.
Tener a una protagonista con una fortaleza así fue un valor añadido, porque estableció cómo debía ser un personaje si quería llegar viva al último acto y sobrevivir al villano. Supuso una diferenciación del resto de películas, incluso por encima de Sally Hardesty (La matanza de Texas), que en línea de tiempo fue antes que la propia Laurie.
La imagen de la chica final de Carpenter y Hill fue astutamente empleada para coronarla como la «última superviviente definitiva», en parte porque sabían que podían tener un buen filón si la actriz elegida aprovechaba la oportunidad.
Y la actriz no era otra que Jamie Lee Curtis, hija de Tony Curtis (Con faldas y a lo loco, El Gran Houdini, Espartaco, Los Vikingos) y Janet Leigh, protagonista de una de las escenas más conocidas de la historia del cine: la ducha de Psicosis. Ahí es nada.
Después varias décadas, Laurie Strode sigue más viva que nunca y siendo un símbolo femenino en el género de terror, algo de lo que, como su amigo Michael Myers, pocos pueden presumir.
Las reglas morales cambian y con ello también lo hace el concepto de último superviviente, pero el personaje prevalece.
Laurie Strode es, para mí, la chica final por excelencia dentro de un subgénero trufado de nombres propios (Sidney de Scream; Julie de Se lo que hicisteis el último verano; Nancy de Pesadilla en Elm Street; Kirsty de Hellraiser…).
Truco o Trato como La forma: taquilla y encumbramiento en la cultura popular
Con el sobrenombre «La forma» se refirieron John Carpenter y Debra Hill a Michael Myers. La noche de Halloween costó 325 000 dólares (aproximadamente), considerada de bajo presupuesto si solo la comparamos con los productos que lanzaban las superproductoras de Hollywood.
Y es que la película logró ponerse a la altura de muchas de ellas con una recaudación total de 70 millones de dólares. Sin embargo, su mayor valor no solo es el que consiguieron en la taquilla de todo el mundo…
Aquí entra Halloween. Los comercios, a la par que vendían Jack O’Lanterns, actualizaban su catálogo de disfraces… con Michael Myers como invitado especial y permanente.
El cuchillo, el mono que viste, la máscara… Todo se quería sobre el asesino que atormentó las noches de Halloween de Haddonfield. Desde los más pequeños a los más adultos, querían meterse en la piel del singular antagonista. ¿El porqué?
El 31 de octubre sirve para distanciarnos de lo que somos en realidad, de la misma forma que vemos un slasher aunque trate sobre muertes de adolescentes que podemos encontrarlas en la vida real: nos sentimos seguros porque es algo temporal y nos enfrentamos al propio miedo para burlarnos de él y fortalecernos.
Sobra decir que el impacto de La noche de Halloween fue inmediato, teniendo cameos en producciones de terror, réplicas como Viernes 13 (reconocido por el propio creador), su presencia en videojuegos de terror, desde Call of Duty: Ghosts hasta el más reciente Dead by Daylight o un sinfín de merchandising que aprovecha la imagen de Myers porque su tirón no ha decrecido, pasen los años que pasen o los vaivenes sociales que nos agitan.
Y se acabó. Solamente me queda decir que, si lo hacéis, sigáis disfrazándoos de las bestias más temidas y los asesinos más sanguinarios, porque en la noche de Halloween los vivos y los muertos se dan la mano y podemos pasar desapercibidos.
¡Felices puñaladas!
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