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Wartales Análisis – Escribe tu historia en este desafiante RPG táctico

Wartales es un juego de rol en mundo abierto en el que lideras a un grupo de mercenarios en su búsqueda de riquezas a través de un enorme universo medieval

Al igual que un mercenario que vende sus brazos por un puñado de monedas y que, escondido detrás de su expresión torcida y sombría, se encuentra un hombre con sus emociones y recuerdos, Wartales se presenta como un RPG táctico por turnos en el cual, bajo una durísima curva de aprendizaje, se encuentra aquello que hace único tanto a un videojuego como a una persona: los recuerdos; la experiencia personal que cada jugador, individualmente, es capaz de sentir a lo largo de su viaje.

Después de su éxito en Steam -donde se lanzó en acceso anticipado hace ya tiempo y cosechó muchas reseñas positivas-, por fin llega su adaptación a Nintendo Switch y Xbox Series X con un port del juego completo que, aunque sus carencias técnicas pueden empañar su brillo, tiene mucho que decir.

La obra de Shiro Games va más allá del clásico juego de rol por turnos, pues esta definición es tan solo una máscara bajo la que se esconde un inescrutable y oscuro mundo abierto en el que nuestra misión es, sencillamente, sobrevivir.

A diferencia de innumerables RPG donde los protagonistas giran alrededor de una trama bien perfilada, Wartales carece de una historia central que sirva de eje típico, y tampoco se define por una característica única y concreta. Más bien, Wartales ofrece un viaje de supervivencia junto a un grupo de mercenarios que, tras la guerra, no pueden hacer más que deambular en busca de fama y oro. La muerte, la sed de riquezas y las acciones sin escrúpulos marcarán nuestro día a día en un juego que, con la suma de sus partes bien integradas, logra destacar en su género.

Se trata de un juego difícil, con un inicio que rechazará constantemente nuestros intentos de avance, pero si sobrevivimos a su hostilidad el tiempo suficiente, el RPG de Shiro Games sabe desplegar ante el jugador una aventura única y llena de descubrimientos; un auténtico viaje que va mucho más allá de la palabra «aventura». Y esto es mucho decir.

Como decíamos antes, en Wartales nos ponemos al mando de una banda recién formada de mercenarios que deben penar alrededor de un mundo arrasado por el conflicto. Y ya desde el inicio, Wartales nos deja muy claro dos cosas.

Primero, que habrá muchas decisiones que tomar, como por ejemplo elegir el pasado y trasfondo de nuestra banda, que llega a determinar el trato que recibimos de las gentes que pueblan su mundo. Además, nos tocará lidiar con eventos en los que tomar una decisión puede suponer un auténtico cambio en la situación inmediata de nuestro grupo.

Y segundo, Wartales deja patente desde nuestro primer contacto que nadie estará ahí para ayudarnos. No existen los colorines ni las victorias asombrosas, pues Wartales nos suelta en sus campos sin dar muchas explicaciones sobre cómo velar por los intereses de la banda, haciéndola crecer al tiempo que ganamos prestigio y dinero. La forma en que lo hagamos, depende de nosotros: a quién reclutar, cómo ganarnos el sustento e, incluso, dónde acampar para reponer fuerzas. La ruta, las decisiones y sus consecuencias están ahí, y depende de nosotros tirar del hilo.

Tal es su libertad, que incluso se nos permite escoger qué tipo de dificultad queremos elegir tanto para su exploración basada en la supervivencia como para su combate por turnos. Existen varias opciones, como hacer más amigable la gestión de recursos así como el pago de sueldos de nuestros mercenarios -que aquí nadie trabaja gratis-. También tenemos la opción de recorrer Tiltren y las demás provincias eligiendo la opción de escalado de niveles, opción que hará más llevadero nuestro viaje. O por el contrario, mantener los niveles bloqueados por región, aumentando la dificultad a medida que avanzamos hacia los confines de su mundo.

En nuestra opinión, esta última opción es la más recomendada, ya que nos ubica en el lugar que debemos estar y puede impedir que nos metamos en una región donde sus enemigos nos harían trizas, perdiendo recursos y hombres por el camino. Por otra parte, esto nos ha obligado a ir con mucha cautela, pensando bien hasta dónde podemos llegar y con quién podemos medir nuestras fuerzas. Nos ha encantado como Shiro Games ha equilibrado las mecánicas de sustento para hacer del juego un auténtico simulador de mercenarios.

En ambos casos, Wartales funciona sobre dos mecánicas de juego que se entrelazan para construir una experiencia única en su género: la supervivencia en un mundo abierto y el combate táctico por turnos.

Sobre lo primero, Wartales se desarrolla en un mundo enorme inspirado en un diseño casi estrictamente medieval, sucio y lleno de peligros. Y decimos «casi» porque también existen elementos de la baja fantasía, como algunas criaturas a las que debemos hacer frente en algunos puntos del juego. Nos ha encantado lo bien construido que está su mapa, con áreas que, aunque parecidas entre sí, todas tienen su toque diferenciador. Podemos explorar a nuestro antojo desde una vista cenital que nos muestra la escala del escenario al tiempo que nos hace sentir pequeños e insignificantes. Y lo cierto es que sí, en Wartales no somos más que otra banda de pringados entre todas aquellas que circulan por sus paisajes en busca de sustento.

Nuestro viaje por el mapa está limitado por una barra de resistencia que, una vez agotada, debemos acampar para reponer fuerzas. La gestión del campamento es el eje central de nuestro avance, por muchas razones. La primera, porque es aquí donde alimentamos a nuestros mercenarios y pagamos su jornada. Pero también porque nuestro campamento irá creciendo a medida que reclutemos más mercenarios y les asignemos un oficio.

Cada miembro del equipo tiene opción a especializarse en un oficio concreto, ya sea minería, herrería, manitas o cocinero, entre otros. Y esto resulta absolutamente imprescindible, pues la experiencia obtenida por cada uno de ellos en sus respectivas áreas nos permite obtener nuevas opciones para sobrevivir.

Por ejemplo, un pescador puede pescar en puntos concretos del mapa, obteniendo alimento de forma gratuita, mientras que un cocinero experimentado es capaz de preparar platos que llenen aún más el medidor de saciedad del grupo, permitiendo ahorrar dinero y recursos para otros menesteres. Creednos, no dar de comer bien a nuestra tropa puede desembocar en un conflicto y en que algunos miembros del equipo nos abandonen. Y perder a un buen guerrero que, a su vez, es el experto en minería, es un golpe durísimo que no querríamos asumir.

Por si fuera poco, existe un marcador de felicidad global al que debemos prestar atención. No pagar los salarios a tiempo, no alimentar bien a nuestros chicos -algunos tienen preferencias de comida, como verduras, pescado o carne-, así como no curar sus heridas influye negativamente en este estado. Por el contrario, mantener contenta a la banda supone tener aliados fieles que lucharán con nosotros en condiciones óptimas, incluso, aprenderán nuevas habilidades gracias a su bienestar. Con el tiempo, estos desarrollarán su propia personalidad y sus opiniones personales sobre otros miembros de la banda, con bonificadores -o no-, si sabemos manejar bien la situación.

Para hacer que el campamento funcione debidamente, debemos obtener puntos de conocimiento que abrirán un abanico de opciones para desbloquear. Una mesa de trabajo para el manitas del grupo nos permite desmontar partes del equipo que no son necesarias y obtener recursos. Construir una tienda de campaña nos da otras ventajas -como obtener puntos de habilidad para el combate, luego hablaremos de ello-, e incluso un poste con heno para amarrar a nuestros ponis supone una ventaja. En Wartales nada se desperdicia, y la clave del éxito es administrar bien todos y cada uno de nuestros recursos y ahorrar hasta la última moneda.

Y hablando de monedas, ¿cómo se gana el pan de cada día en Wartales? Por lo general, en cada pueblo existe una posada con un tablón de anuncios donde podemos recoger contratos. Estos van desde eliminar a una banda de saqueadores, llevar una carta a tal sitio o proteger a ciertos personajes. Todo a cambio de oro.

Además, en estas mismas posadas, encontramos a un hombre llamado «el informante», donde podemos usar puntos de influencia para comprar unos contratos especiales que resultan ser las misiones principales de cada provincia. Nos ha gustado mucho cómo se gestiona esto, pues al completar la línea de misiones de cada provincia obtenemos un pase para acceder a la siguiente de forma gratuita -en el orden que queramos, por supuesto-. Y sino, siempre podemos comprar el acceso por 200 monedas de oro y adentrarnos a lo desconocido.

Hay muchas ciudades en el juego que, por lo general, se tratan de aldeas pequeñas donde descansar de forma segura y reabastecernos -a excepción de Gosenberg, una auténtica bestialidad de ciudad amurallada donde pasaremos mucho tiempo-. Comprar comida -o cazar animales para vender su piel y cocinar su carne-, preparar medicina en la tienda de alquimia y mejorar nuestro equipo en la herrería son tareas del día a día, y conviene prestar mucha atención a todos estos factores. Nos ha sorprendido lo bien construido que está su sistema de economía, porque cada moneda que ganemos cuenta y los recursos y demás pertrechos son escasos.

Una vez en campo abierto, el mundo es nuestro. Tenemos libertad absoluta para realizar las misiones de los contratos o, simplemente, explorar y visitar muchos lugares de interés que nos ofrecerán misiones alternativas en las que, como ya decíamos, en algunas ocasiones nos tocará tomar algunas decisiones difíciles.

Una en concreto nos llamó mucho la atención. En nuestras primeras horas, llegamos al hogar de una familia donde la mujer suplicaba por la vida de su marido. Este había enfermado de la peste y su esposa nos pidió una cura, o bien, poner fin a su sufrimiento.

Había una tercera opción: reclutarlo y llevarle con nosotros hasta conseguir la medicina necesaria, y eso hicimos. Una vez curado de su enfermedad, el hombre decidió formar parte de nuestra banda y, hasta ahora, se ha convertido en una unidad imprescindible en el campo de batalla y en el cocinero del grupo. Su mujer quedó agradecida, por cierto -¿por quitárselo de encima, tal vez? No sabemos-. Sin embargo, deambulando por el mapa, encontramos a un grupo rarísimo de personajes que buscaban a tal hombre enfermo, pero al estar curado y viajar con nosotros, la cosa se quedó ahí. ¿Qué habría ocurrido si, antes de curarlo, nos hubiéramos topado con ellos? Quien sabe, en vuestra mano está descubrirlo.

Como hemos mencionado antes, lo mejor que ofrece Wartales es el viaje en sí mismo y las experiencias que cada jugador, a nivel personal, vivirá con su banda de mercenarios. Sobrevivir a un combate por los pelos y verse sin repuestos para reparar las armaduras, acampar a la intemperie y vernos sorprendidos por una banda de ladrones, que un compañero acabe desertando porque no hemos sabido manejar una situación… estas son tan solo una muestra de las miles de aventuras que Shiro Games ha incluido en Wartales.

En cuanto al combate, Wartales es un RPG táctico por turnos visceral, durísimo y muy inteligente. El juego funciona con el clásico sistema de «una unidad por turno», y el orden de sucesión aparece en la parte superior de la pantalla. No perder de vista el orden de acción se antoja imprescindible para elaborar nuestras tácticas.

Nuestras unidades se dividen en diferentes clases que, a su vez, ofrecen un sencillo pero eficaz árbol de habilidades. Un espadero defensor experto en dar apoyo y mantener ocupadas a las unidades enemigas, el clásico arquero, el pícaro experto en daño crítico o el machacas de turno con arma a dos manos. Lo sorprendente es que ninguna unidad, aunque sean de la misma clase, tiene por qué ser idéntica a la otra, y esta es una de las mejores partes del sistema de combate.

Esto es así porque cada clase dispone de un árbol de habilidades que, según el nivel -el máximo es 12- se desbloquean tres opciones a elegir. Una vez elegida la habilidad, no hay opción a cambiarla. Saber combinar las distintas habilidades de una misma clase supone un ejercicio de inteligencia tremendo que será clave en nuestras batallas.

Por otra parte, el equipamiento es importantísimo aquí, ya que cada arma o armadura puede tener habilidades extra que hacen que cada unidad tenga un rol más específico en combate.

Cuando entramos en batalla, el mapa cambia a un escenario más cerrado -pero relativamente grande- donde, antes de que comience el intercambio de golpes, se nos permite situar a nuestras unidades en lugares concretos para desarrollar una estrategia. Cada unidad amiga o contraria ocupa una casilla -si bien el campo de batalla no se desarrolla sobre una malla cuadricular-, y cuando nuestra unidad entra en contacto con otra unidad enemiga y se produce un ataque, ambas quedan enganchadas en combate singular. Si decidimos huir de ese duelo, recibiremos un fatal golpe de oportunidad -existe una habilidad especial que hace que todas las unidades enemigas se retiren de su combate individual y, si acertamos a varios, imaginar la escabechina-.

Que nuestras unidades entren en duelo singular con las unidades contrarias supone el epicentro de nuestra estrategia. Por ejemplo, con una unidad que tenga un rango de movimiento elevado podemos ir directamente a por los arqueros enemigos y retenerlos ahí, pues su daño cuerpo a cuerpo es irrisorio. Al mismo tiempo, utilizar a nuestros tanques con habilidades de bloqueo es esencial para frenar a aquellas unidades enemigas más peligrosas, mientras utilizamos a los demás para rodear a un enemigo que ya esté en un duelo para maximizar el daño infringido y a nuestros arqueros para dar apoyo en la distancia.

Más allá de esto, para que nuestras unidades sean realmente efectivas en combate debemos prestar atención a los puntos de habilidad que se encuentran en la parte inferior de la pantalla. Los descansos en el campamento previos a los combates rellenan este medidor tan vital, pues es compartido con todas nuestras unidades.

En combate, y gracias a las diferentes configuraciones de clase, podemos obtener puntos adicionales. Por ejemplo, que una unidad entre en combate singular puede hacernos ganar un punto gratuito que podemos utilizar con otro mercenario en el turno siguiente, o si nuestro arquero logra derribar a un enemigo podemos obtener otro. Las posibilidades tácticas son muchas y dependerá de cómo gestionemos cada uno de los aspectos de nuestra banda, que puede llegar a constar con hasta veinte miembros. Imaginaros la envergadura de cada batalla llegados a este punto -y la dificultad para pagar sueldos y darles de comer, ojo-.

El combate táctico de Wartales nos ha encantado por muchas razones, pero por una en concreto. Lo más difícil en un RPG táctico por turnos es construir un sistema cuyas mecánicas sean fáciles de entender y, al mismo tiempo, ofrezcan una profundidad suficiente que nos permita elaborar estrategias complejas e inteligentes. Y este es el mayor logro de Shiro Games.

Su sistema de combate es brillante, inteligente, profundo y a la vez sencillo de comprender. Sí, la curva de aprendizaje es muy dura y los errores y derrotas se pagan caro, pues cada batalla en Wartales supone una lucha a vida o muerte -perder a un compañero en batalla es perder a nuestro mejor cocinero, nuestro manitas e, incluso, a nuestro amigo- y la capacidad de recuperarnos de ese golpe requerirá de un nuevo recluta, que este adquiera puntos de experiencia en su profesión y que invirtamos en su equipamiento.

Sin embargo, la sensación de progreso está muy bien conseguida y Wartales sabe recompensar nuestra paciencia abriendo cada vez más las posibilidades de combate según avancemos en el juego. Podemos, incluso, domesticar animales salvajes como lobos u osos para que luchen con nosotros, dando aún más libertad táctica a un sistema de combate ya rico de por sí.

Estamos seguros de que hay muchas cosas sobre Wartales que se han quedado en el tintero. Le hemos dedicado unas 60 horas y aún nos queda mucho juego por delante, porque no solo es inmenso en tamaño, también el juego no expone todas sus cartas a la primera y siempre estaremos descubriendo cosas.

Respecto a su apartado audiovisual, nos encontramos ante un juego cuyo rendimiento en consola le ha pasado factura. Hemos analizado la versión de Xbox Series X gracias a una clave concedida por el desarrollador, y nos hemos encontrado con un port directo de la versión original en PC. Tal es el caso que, en el menú de ajustes, podemos modificar los mismos parámetros gráficos que la versión de ordenador, tales como calidad de texturas, distancia de dibujado, etc. De inicio, todos estos parámetros están configurados en Alto, y aunque el juego nunca llega a ser un derroche gráfico, resulta vistoso especialmente en los combates y en los espacios cerrados tales como tabernas o cuevas.

El rendimiento, en cambio, se atraganta con facilidad. El juego trata de ejecutarse a 60fps a una resolución de 1080p, pero las bajadas de frames y los microcortes en la imagen se suceden con frecuencia. Creemos que esta falta de pulido puede ser corregida con parches sucesivos, pero nos ha sorprendido que, incluso bajando los ajustes gráficos, le falte finura.

Por otro lado, tenemos una banda sonora de corte medieval, con partituras que se antojan melancólicas y que encajan muy bien con el ambiente triste que impregna todo el mundo del juego. También nos ha gustado mucho su diseño artístico, pues el ambiente, los lugares así como sus gentes y nuestros mercenarios lucen como cabría esperar en el medievo. Las armas, armaduras y otros elementos van desde lo clásico hasta lo exótico, dependiendo de su rareza. Es destacable la cohesión interna en todo este apartado.

Llegados a este punto, podemos decir dos cosas. Lo primero, que Wartales es café para los muy cafeteros. Su forma de exponer las mecánicas jugables, sin muchas explicaciones, aumenta aún más la dificultad y la sensación de incertidumbre del jugador. No es solo un RPG táctico, y tampoco es un juego de mundo abierto «per se». Es todo eso y más; una aventura de supervivencia que no ofrece florituras ni ayudas gratuitas al jugador, porque en Wartales todo tiene un precio, y ese precio, a veces, es tu propia paciencia.

Y por otra parte, debemos decir que Wartales nos ha encantado. Una vez superadas las primeras horas y entendido el propósito del juego, las horas se nos han pasado volando. La sabia y equilibrada gestión de recursos, un sistema de combate exigente y sencillo de comprender y, en definitiva, el viaje que propone Wartales han hecho que quedemos encantados con el que, creemos, es uno de los RPG tácticos más originales, difíciles y divertidos que existen en el mercado.

Hemos dedicado muchas líneas a explicar cómo funciona Wartales, y aunque aún nos quedan cosas que decir, queremos terminar esta review utilizando una frase del primer párrafo: lo que hace único a un videojuego -como a cada individuo-, son los recuerdos. Pues bien, las horas que hemos pasado con nuestros mercenarios, luchando, compartiendo una comida, acampando a campo abierto y huyendo de situaciones imposibles, todo esto ha quedado grabado en nuestra mente; el recuerdo de haber vivido un auténtico viaje de supervivencia y haber sobrevivido para contároslo.


Enlaces de interés

Daniel F.

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