¿Qué es el terror y qué ingredientes no pueden faltar para que funcione?
Un repaso por cine, literatura y videojuegos de sus elementos clave
Hola, Videojuerguistas. Con motivo especial de (otra) semana del terror en la página, he decidido abrir el saco y sacar unos objetos variados, tanto como subgéneros del terror hay.
De hecho, es lo enriquecedor de este género —y extrapolable a todo, en realidad—. Sin embargo, es inevitable que nos decantemos por un tipo en concreto o diverjamos en la concepción que tenemos sobre el terror.
Esto puede verse influenciado por las tendencias marcadas en la sociedad, que, aunque existan títulos que se salieran de la tónica general, se aprecia cierta predominancia en un estilo concreto.
Sin ir más lejos, tenemos el auge de los monstruos y el terror gótico no solo en la literatura sobre el siglo XVIII que propulsó Horace Walpole con El castillo de Otranto (y aún tenemos reminiscencias contemporáneas), sino también en la industria cinematográfica por parte de la Hammer a mediados del siglo XX: los ochenta vivieron la sobreexplotación del slasher (subgénero que parece un muerto viviente de las veces que muere y resucita); a principios del siglo XXI nos encontramos con un cine de terror visceral, con Hostel o Saw como exponentes de esta corriente, y desde hace unos años tenemos una nueva vertiente del terror psicológico focalizada en el drama social y al que unos llaman terror elevado o «posthorror».
En este pequeño artículo, voy a señalar los elementos que, en mi opinión, considero indispensables para un producto de terror.
¡Dentro horrores!
- La atmósfera lo es todo
Considero que cualquier obra debe trabajar este apartado. Podemos ir por entornos muy oscuros, poco iluminados, lugares abandonados y otros recursos tan utilizados en este género. ¡Aclaro que no es malo usar los clichés! No importa si usas una casa encantada o un asesino enmascarado: debes saber cómo contarlo.
Este aspecto importa más que un simple jumpscare en el cine o los videojuegos, porque este truco, aunque efectivo en determinadas situaciones, si abusas de él terminas resultando previsible y pierdes el factor sorpresa que debe aparecer en el momento exacto.
Por ello, si sabes cultivar una atmósfera opresiva, que te haga sospechar que algo ocurre o va a ocurrir, y entre medias introduces otros elementos, lograrás captar la atención de quien esté consumiendo tu obra.
Un ejemplo son los actuales backrooms, un creepypasta y evolución del metraje encontrado (o found footage) que aprovecha el concepto de los espacios liminales, algo relajante, pero que sabe cómo generar tensión y agitación con sonidos simples, como incremento en los pasos, otros pies que de pronto están caminando con nosotros, una puerta que se abre en un lugar que desconocemos…
Y, en la mayoría de los casos, no se utilizan monstruos ni formas físicas para generar terror (sí, sí, lo sé, se han introducido bestias y unas cuantas variantes más para convertir la experiencia en un Slender-Man o similares).
Otro caso es el de un videojuego de los 90 que, habiéndolo jugado hace un par de años, me creaba una tensión que muchos títulos actuales no son capaces: Silent Hill. El trabajo en la ambientación, los sonidos, la desorientación mientras caminas por el mapa, la degeneración de los escenarios o puntuales jumpscares me transmitieron una grandísima sensación de terror.
Ahora bien, ¿cómo poder construir una atmósfera así en literatura, que se sirve de palabras? Esto ya depende del estilo de cada autor. Una buena descripción puede ayudarle al lector a imaginar el entorno; oraciones cortas pueden favorecer el ritmo en escenas de persecución o tensión, cuando el personaje se esconde del peligro.
También el terror más efectivo puede ser el más real, como La larga marcha, de Stephen King, un battle royale antes de Battle Royale donde un grupo de jóvenes participa en una carrera a muerte donde la mínima relajación supone la muerte.
- Saber medir el drama
Casi todo el terror esconde un drama. En el slasher podemos empatizar con Jason Voorhees, un chiquillo con problemas mentales que murió por desidia de los monitores y mala intención de los campistas, o su madre, que decide vengar la muerte injusta de su hijo (en contraposición de Michael Myers, quien encarna la maldad genuina); en metrajes encontrados como Apartment 143 (Emergo) queremos que la familia, desestructurada y con un clima de tensión constante, pueda salvarse de aquello que está sucediendo en la casa (no quiero destripar qué ocurre); en el clásico El exorcista nos importa que Regan pueda librarse de la posesión porque es solo una niña inocente que se ve envuelta en un peligro que no puede controlar; en El resplandor, de Stephen King, todos los personajes nos importan, aunque Torrance, por su pasado, nos resulte despreciable, y sin embargo una parte de nosotros quiere que se salve tras la influencia del Overlook, pues busca redimirse y darle a su familia una buena vida…
En mi opinión, estas pinceladas dramáticas constituyen el desarrollo de los personajes, que puede ser menor o mayor con base en el tipo de terror que hagamos.
Ahora bien, no todas las historias precisan del mismo grado de dramatismo, y es ahí donde reside para mí la diferencia de que un producto de terror me guste o no.
No es malo usar los clichés, pero si abusas, terminas resultando previsible y pierdes el factor sorpresa que debe aparecer en el momento exacto.
Hace un tiempo vi un «slasher» llamado Initiation, del 2020, centrado más en el drama de la protagonista que en el de generar tensión, sospechas (asesino y motivación muy predecibles) y darnos buenas muertes.
He mencionado el ejemplo de Jason Voorhees (al menos en la primera película) sobre cómo hacernos empatizar con un personaje con pocos detalles, los suficientes, para no desviar la atención sobre lo que importa en el subgénero.
Dos ejemplos, esta vez de extremismo francés: Al interior, sobre una mujer embarazada acechada por una demente (sin revelar la trama) y cuyo pasado sigue atormentándola, y Alta tensión, sobre la identidad del villano que persigue a dos amigas (esta película, sobre todo, la recomiendo por su gran giro final y para entender cuál es el punto dramático de la historia). En estas dos cintas, a la cual podríamos añadir incluso Martyrs (Mártires) por la motivación de la tortura, el drama cobra gran importancia, pero no nos eclipsa su intencionalidad brutal y sanguinolenta.
Vale, ¿y qué pasa con este nuevo terror «social»? Precisamente lo que destaca de este subgénero es introducir conflictos emocionales o sociales y entremezclarlos con pinceladas de terror, en mayor o menor medida (no es igual el de Babadook, El faro o La bruja que el de Beau tiene miedo, Casa ajena o Déjame salir).
¿Y en qué se diferencia del antiguo terror psicológico? En mi opinión, aquí se hace especial énfasis en justificar cualquier fenómeno paranormal o sobrenatural en un hecho explicable y que reside en los problemas internos de los personajes, en ocasiones empleados como refuerzo metafórico del conflicto del protagonista.
En cuanto a videojuegos, tenemos ejemplos recientes, como Martha is Dead, Visage o Layers of Fear, que, si bien contienen elementos sobrenaturales en una atmósfera muy bien cuidada, su trasfondo es más psicológico y el drama, parte primordial de la historia, no eclipsa una experiencia más clásica de terror.
Dentro de estos tres títulos encontramos diferencias sustanciales, pero no entraré en detalles para no arruinar la experiencia. Si queréis disfrutar con la espeluznante y perturbadora historia de los dos primeros mencionados, en el canal de NatHorrorGames están subidos al completo y podéis verlos desde aquí mismo:
- Un antagonista al que derrotar
Creo que en toda historia existe un enemigo principal, aunque este sea inmaterial y enfocado a lo psicológico.
En cierta forma, nos encontramos con el héroe y el villano: el «demonio» contra el matrimonio Warren; Sidney Prescott contra Ghostface; el grupo de amigos de Midsommar contra los aldeanos; Chris Washington contra el vecindario racista en Déjame salir… Y así muchos más ejemplos. Siempre existe una confrontación maniqueísta entre el bien y el mal, aunque a veces este concepto se desdibuja y no evidencia la asignación de roles.
Además, tener una fuerza contraria a nuestros valores, cualesquiera que sean, crea un «objetivo final»; algo así como el jefe final de los videojuegos: el último obstáculo antes de que el personaje logre cumplir su misión y sea por fin libre… o al menos hasta que se presenten nuevos desafíos.
Y esto es todo. Tres elementos que considero imprescindibles para que me guste una obra de terror. Aunque mis subgéneros favoritos cinematográficos son el slasher y metraje encontrado (found footage), consumo casi todo tipo de terror (quizás el gore sea el que menos me llama, porque la brutalidad la prefiero en su justa medida y, sinceramente, ver una película con tanta bestialidad no me transmite ninguna sensación). Aun así, depende la época o mi estado emocional me decanto por un subgénero u otro, con independencia de si es un videojuego, un libro o una película.
Nos vemos próximamente, o quizás no, si desde Videojuerguistas consideran que cierre el saco de una maldita vez… pero sólo hasta que se acerque Halloween…
¡Felices pesadillas!
Enlaces de interés
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