Análisis Aqua Moto Racing Utopia – Marea baja
Fallida imitación del legendario Wave Race 64, cuyos defectos revalorizan al clásico de Nintendo
Completamente eclipsado por la fuerza y el impacto de Super Mario 64, Wave Race 64 se ganó el corazón de los jugones que probamos sus extraordinarias carreras acuáticas.
El arcade se unía instantáneamente a la lista de producciones deportivas de La Gran N como Excitebike (1984), Punch-out (1987) o Super Tennis (1991), que, pese a no gozar del renombre de otras marcas, dejaban un excelente sabor de boca entre el público.
Las físicas, el despliegue gráfico, el manejo y la articulación de cada uno de sus elementos para que fuese (por encima de todo) terriblemente divertido, no se ha repetido en otras creaciones del mismo corte, ni siquiera en la secuela de GameCube.
¿Qué hace, entonces, que un título concentre un mayor volumen de aciertos que de errores? A menudo correlacionamos el éxito con la fuerte inversión económica; sin embargo, el terreno indie se ha encargado de demostrar que el ingenio y la creatividad pueden suplir, en buena medida, las estrecheces financieras.
De esta forma, aunque la veteranía y la experiencia no sean sinónimo de infalibilidad, sí parecen determinantes como filtro de errores conceptuales y técnicos. Tal es el caso del equipo novel tras Aqua Moto Racing Utopia: el intento de reproducir Wave Race, dos décadas después, se salda con una imitación mediocremente ejecutada, donde el factor nostalgia y la ausencia de competidores en el mercado ayudarían a tolerar mejor sus problemas.
El principal error se encuentra en el grado de depuración del juego. No estamos hablando de la carga de texturas en nuestras napias –algo que sucede con frecuencia- o de unos interminables tiempos de espera –que también están a la orden del día-.
Hablamos de aspectos que afectan directamente a la parte jugable; por ejemplo, la inteligencia artificial es muy agresiva y frustrante: aunque les veamos cometer fallos, inmediatamente seremos alcanzados (y adelantados) por otro corredor, con independencia de la cilindrada/grado de dificultad.
Como consecuencia de los empellones de la IA, a menudo saldremos volando del vehículo con una animación bastante extraña, representativa de otro de los defectos básicos presentes, que es la falta de naturalidad.
No sólo encontramos a los pilotos y sus movimientos recreados con un escueto nivel de detalle, también el comportamiento sobre el agua es singularmente irreal e impredecible. Sorprende que Wave Race, con más de veinte años a sus espaldas, siga siendo mucho mejor.
El nivel de rigidez de la moto/lancha ante el oleaje es bastante molesto, y la inercia que arrastra tras cabalgar una ola no tiene lógica; algunos encontrarán divertido este desarrollo rudo y que despista con lo imprevisible de sus físicas, mientras que a otros (como servidor) nos parece muy artificioso y descafeinado.
Como colofón a los aspectos negativos, el control es durísimo. Teniendo en cuenta que AMRU, como Wave Race, exige sobrepasar las boyas en una dirección concreta según sea su color –si fallamos tres veces nos eliminan de la carrera-, y que la barra de turbo se rellena con acrobacias, un manejo obtuso (donde es complicado enlazar movimientos o corregir una dirección) nos entorpece gratuitamente la carrera. Estos inconvenientes desmejoran un producto, por lo demás, bastante presentable.
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