Se acerca SCREAM VI y es el momento de recordar con nuestra crítica qué nos ofreció la quinta parte, sus guiños y curiosidades – “¿Cuál es tu RECUELA de terror favorita?”
Este viernes 10 de marzo se estrena SCREAM 6, así que vamos a hacer memoria con una reseña y repasar todo lo que nos dejó su predecesora, Scream V
Es propicio rescatar la quinta entrega de Scream ante el inminente estreno de la sexta. Estrenada en enero de 2022, esta película prometía homenajear el legado de Wes Craven y, a su vez, imprimirle su propia identidad. Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, directores de la alocada Noche de bodas, fueron los encargados de una tarea tan complicada como ofrecer un producto a la altura de la saga que revirtió las reglas del slasher e instauró su propia seña de identidad.
En esta ocasión, El saco de Sam se abre para sacar la máscara y el Bowie de Ghostface y hablar sobre Scream 5 y su conexión a modo de recuela con la primera película (LLUVIA DE SPOILERS).
¡Dentro cuchillo!
Obligados a cambiar las reglas… pero no mucho
Si algo caracteriza a la saga Scream es su carácter innovador. El slasher estaba moribundo tras haber sido desgastado hasta la extenuación en su época álgida. Los espectadores necesitaban algo diferente que los reenganchara a este subgénero, y las nuevas generaciones debían encontrar un gancho para querer colgarse en él como si se trataran de víctimas de Ben-Sé lo que hicisteis-Willis.
Scream fue precisamente esa vuelta de tuerca que necesitaba el slasher, desde su fórmula paródica, referenciada con un ejercicio de metalenguaje cinematográfico —algo que Detrás de la máscara: El ascenso de Leslie Vernon desarrolló en su propuesta metraje encontrado–slasher—, hasta el quebrantamiento de los preceptos usuales en este tipo de películas —sin desnudos absurdos ni villanos inmortales y perfectos—; esta cinta propuso nuevas reglas que aún hoy se mantienen e intentan replicar —con mayor o menor éxito—.
Pues bien, Scream 5 (o Scream, a secas) debía volver a darle la vuelta a sus propias normas, pero sin desligarse tampoco de ellas. Hay que recordar que el público del slasher es el adolescente y que se debe focalizar en reclamar su atención, aunque a la vez atraer a los espectadores que crecieron con este tipo de propuestas y que incluso han terminado por olvidar, no la recuerdan bien o simplemente están acostumbrados al conjunto de normas por las que se regía el subgénero.
Como bien dice Mindy Meeks, la sobrina de Randy Meeks, y que además encarna la versión rejuvenecida de su tío y recoge su testimonio, la «recuela» debe estar unida al pasado, pero a la vez aportar nuevas ideas. Con esta premisa, voy a destacar los puntos, argumentales y visuales, que anclan la primera película de la saga con la quinta.
El pasado siempre vuelve
Este es un concepto bastante amplio, pero quiero centrarme en los elementos más reconocibles y compararlos con sus homólogos.
El primero de ellos, por supuesto, es el opening. Desde el plano general de la casa de Tara hasta la pose y el gesto de coger el cuchillo del taco mientras habla por teléfono es el primer acercamiento hacia los orígenes.
Encontramos similitudes, por ejemplo, en que Ghostface pregunta, tanto a Casey Becker como a Tara Carpenter «si quieren jugar a juego» o «cuál es su película de terror favorita».
En los dos casos encontramos una persona en riesgo: en la primera es el novio de Casey, Steve, quien pone en manos de su novia su vida, y en la segunda es Amber, la amiga de Tara. Solo deben responder con acierto un trivial de terror, y en ambas ocasiones vemos que Ghostface juega con el desconocimiento de las protagonistas sobre el slasher, de tal forma que nada le impida acabar con sus víctimas.
Antes de acabar con la escena inicial, hay dos detalles más que nos trasladan a Casey Becker. En una de ellas es posible apreciar una pregunta al estilo juego del gato y el ratón: en la primera película es «¿en qué puerta estoy?», y en la segunda «¿crees que he entrado en tu casa antes de reactivar los sistemas?». El segundo evento, por llamarlo de alguna forma, es el momento del apuñalamiento. Las dos encuentran la salvación cerca, pero a su vez demasiado lejos: Casey está casi al lado de sus padres, pero no consigue pronunciar ninguna palabra, y Tara, con el tobillo roto, se arrastra hacia las cortinas de la cocina, donde oye las sirenas de policía y ve sus luces estroboscópicas en el exterior.
Segundo punto: los personajes están enlazados con los de la primera. Desde Vince Schneider, que es hijo de Leslie Macher, hermana de Stu Macher, los sobrinos de Randy o la agente Hicks y su hijo Wes, hasta la propia Sam Carpenter, hija de Billy Loomis.
El pasado también motiva, de formas distintas, al trío protagonista original: Dewey no se ha ido de Woodsboro y siente que esa historia debe cerrarse con él, recuperando ese espíritu de intrépido policía (ya sin rastro de candidez) para ayudar a los jóvenes; Gale se interesa por Dewey tras saber que Ghostface ha regresado, pero además vuelve a cubrir una noticia sobre uno de sus asesinatos, y Sidney regresa para vengar la muerte de su gran amigo.
Podemos decir que Dewey Rilley es la única conexión de ellas dos con la ciudad y el único motivo por el que regresar. Que ayuden al grupo es secundario, porque aquello que las une es la venganza. Sin embargo, la motivación de la matanza difiere.
En la primera, Billy Loomis mata a Maureen Prescott porque se estaba trajinando a su padre, lo que provocó el divorcio; en ésta, el pasado de Sam y la unión del resto con el pasado es solo un precepto para llevar a cabo su propia película.
Aún así, la idea de que sea la chica final la asesina (Sidney Prescott lega a Sam Carpenter su papel) se conserva en Richie y Amber, cuando quieren culpabilizarla de la matanza. A decir verdad, todos los asesinos quieren cargarle el muerto a la pobre Sid.
Tercer punto: el visual. Sí, quizás no sea tan importante como la narrativa, pero creo que esto también es importante para comprender que no solo el guion debe ir en consonancia con lo que se espera de una «recuela» —y, aun así, la propia narrativa va incidida en las imágenes, pero por simplificar—.
Al principio de este apartado he hablado del opening o escena inicial, que abre con un plano similar a la primera y tiene otras escenas homenajeadas, replicadas casi con exactitud o con un significado argumental. Pues bien, esto se repite más adelante.
Empezamos con la presentación de la pareja de las chicas finales, con Billy colándose en la habitación de Sidney y con Richie junto a Sam. Sin saberlo, han usado la misma fórmula para revelarnos quién es uno de los asesinos.
Cuando Sidney regresa a casa, antes de su primer enfrentamiento con Ghostface, y nos introducen una escena de suspense con una puerta abierta donde presuponemos que, una vez cerrada, aparecerá el asesino, se «recicla» en la muerte de Wes, aunque se alarga desde el momento de salir de la ducha hasta que Ghostface acaba con él.
En la fiesta en honor de Wes encontramos unas cuantas escenas. Una de ellas es cuando Amber baja al garaje a por cervezas.
Lo mismo que hizo Tatum en la primera, y se emplea una angulación muy parecida a la hora de tomar el plano.
Más adelante tenemos a Mindy viendo la primera película de Puñalada. Aparte de emular las líneas de diálogo de su tío y la forma de tumbarse, la aparición de Ghostface por detrás del sofá recuerda a la Scream original, mientras Randy disfruta con La noche de Halloween en un estado que no sé cómo definir si entre embriaguez, terror… o simplemente Randy.
Por último, el cual considero que tiene mucho simbolismo por la herencia sanguínea, es ver a Sam limpiando el cuchillo después de apuñalar a su víctima tal y como lo hizo su padre disfrazado de Ghostface.
Esto no significa necesariamente que ella sea igual que su padre, pero sí que puede recurrir a él para enfrentarse a situaciones extremas y desquitarse con su ira frenética, como si por unos segundos la hubiera poseído su espíritu (no hay más que recordar cuando su subconsciente, actuando bajo la imagen de Billy, le «chiva» dónde se encuentra el cuchillo).
Todo evoluciona
Quizás este sea el problema de algunos slasher que salen actualmente: negarse a abandonar las convenciones anacrónicas y trasladarlas, en su forma genuina, a nuestros tiempos.
Considero que, si bien pueden usarse ciertos parámetros clásicos, deben presentar, en su mayoría, otros actuales o, al menos, una innovación clara.
Con Scream 5 encontramos que se conservan los códigos ya conocidos, pero se introducen otros o se modifican los que sabíamos. El modus operandi no ha cambiado, tampoco el asesino ni su tipo de víctimas, ni los estereotipos de los personajes. Aun así, observamos que todas ellas han evolucionado en su quinta parte.
Se suprime la figura de la muerte inicial, la que por lo general ha supuesto el despegue de la sangría en Woodsboro, puesto que Tara sobrevive (aunque más bien la dejan vivir para conseguir su objetivo) y el resto de personajes que han aparecido en la apertura no solo de la primera, con la icónica Casey Becker, sino de las demás, han muerto.
Entre los amigos podemos encontrar reminiscencias de antiguos estereotipos, como el amigo deportista musculoso o la chica entusiasta de las películas de terror (el que antes se denominaría el friki del grupo), pero ahora categorizar al resto no resulta tan sencillo como antes, donde cada uno seguía un patrón bien delimitado.
En cuanto a los asesinos, también han sufrido un cambio. En la primera película, teníamos definidos al premeditado psicópata, motivado por una venganza insatisfecha, y al desquiciado que ejercía una función de escudero; en la nueva, Amber y Richie comparten la misma motivación y personalidad (turnándose con pinceladas de Billy y Stu) y ninguno de ellos ostenta mayor poder que el otro.
También vemos a un Ghostface más serio, menos cómico y más preparado para matar, como si en lugar de la obra de unos aficionados fueran expertos que se han entrenado durante tiempo.
Su forma de atacar es más agresiva, algo que se refleja con la violencia más explícita, como en el hueso que asoma cuando le parten el tobillo a Tara, el cuchillo que le atraviesa el cuello a Wes, la ira con que apuñala a la sheriff Hicks o el destripamiento a doble cuchillo que le hace a Dewey.
Esto contrasta con el asesino torpón, casi paródico, de la primera entrega, o la censura a la hora de mostrar mucha sangre o muertes muy violentas (recordemos que el asesinato de Olivia en Scream 4 fue un cambio considerable en el código de la saga). Me gustó bastante esta transformación no solo del asesino, sino de la forma en que lo plasmaron, más conociendo el desenfreno que hicieron los directores en su anterior película.
La chica final, algo a tener en cuenta. A lo largo de la saga lo que ha predominado ha sido el combo Sidney-Gale-Dewey (con excepción de Randy, Cotton y Kirby). Podríamos encajar a los que se han enfrentado al villano y han sobrevivido como «últimos supervivientes», pero si debemos ceñirnos a una «chica final» como tal, es decir, en quien recae mayor protagonismo y tiene la responsabilidad de abatir al malo, es sin duda Sidney.
En la quinta, vemos a una Sidney Prescott más sarcástica que no se achanta ante los asesinos, sino que incluso disfruta burlándose de ellos. Debo decir que, sin duda, es en esta película donde más me gusta y considero que ya ha alcanzado la categoría de «chica final definitiva» a lo Jamie Lee Curtis. Aparte de esto, tenemos a dos chicas finales más, que son Tara y Sam; la primera ha superado más golpes, aparte de descubrir que una gran amiga la ha intentado matar.
Seguimos con las clásicas reglas que Randy dictaba. En esta ocasión, la responsabilidad recae sobre varios personajes, con distintos matices: Dewey, quien no tiene reparos, basándose en las normas de Randy, en culpabilizar a Richie y advertir a Sam… y al propio Richie; Mindy, que narra los preceptos de las «recuelas» (de igual forma que su tío dio a conocer los códigos del slasher), y Amber y Richie, con su lista de comprobaciones (matanza del tercer acto, asesinos revelados, gran final..) y que además corroboran las reglas de Mindy y las «recuelas» cuando le explican a Gale, Sidney y Sam los pasos que han tomado y pretenden tomar para lograr su objetivo.
Para terminar, quiero hablar de la evolución que, para mí, tiene más relevancia que el resto: nuevos personajes. Que este grupo adquiera mayor peso en una saga marcada por los personajes de la vieja escuela considero que es un paso natural hacia la siguiente fase, algo así como debió ser Scream 4 («nueva década, nuevas reglas»), pero que se quedó en un intento.
Aquí creo que se establece la nueva base del futuro, ya sea una, dos o las películas que quieran hacer. Por ello, creo que, si hubieran tenido más protagonismo el trío original (junto a la sheriff Hicks), habrían cometido el mismo error y no habrían permitido que otros tomaran el relevo generacional que necesitaba la saga. No estamos ante la última entrega, sino al paso intermedio con una secuela que aproveche lo que dejó su predecesora.
No me gustó que murieran Dewey, porque del trío era mi personaje favorito, o Judy, que me parecía entrañable, pero era un paso obvio, evidente, a seguir hacia un progresivo cierre de la saga.
¿Podrían simplemente haber retirado a Dewey? Él tenía que morir como lo que era: un héroe que anteponía a los demás por encima de su propia vida, que era capaz de arriesgarse para salvar a los demás. Merecía un final digno a su recorrido.
Fiel «recuela» incluso en sus fallos
Llega la parte que toda película —afirmo esto sin tener el carné de cinéfilo pegado a la frente— tiene. Por muy aficionados al slasher que podamos ser, por mucho que amemos una película por distintos motivos (o, como diría Mindy, «[…] la película que les cambió la vida para siempre»), los fallos no pasan desapercibidos.
De antemano debo aclarar que Scream es mi película de terror favorita (a la par que Truco o Trato, de Michael Dougherty), y que este punto no es una crítica a la yugular ni planeo hacer matanza con ello; lo tomo más como algo gracioso. Dejo al margen aciertos con pistola efectuados con una mano, y que tarda apenas un segundo entre empuñar el arma, apuntar y disparar, y alcanza a su objetivo, o personajes que se desangran en el suelo y descubrimos que vuelven en la sexta entrega de la saga. Pues bien, vamos allá.
Aún sigo preguntándome cómo en toda la saga nadie nota los malditos cardenales. Stu debería tener un hematoma considerable en la frente por el telefonazo que le propina Casey, o cualquiera de los dos tras alguna de sus múltiples caídas. Tampoco alcanzo a entender cómo lograron subir a Kenny, el reportero de Gale Weathers, a lo alto de la furgoneta de grabación. No solo por el tamaño del hombre, sino por ser un fiambre, lo que añade que no se muestre muy colaborativo.
En la quinta quiero empezar por algo que sigo sin comprender: la ausencia total de hematomas. Primero, cuando Tara se defiende y el asesino se golpea la frente con el canto de la encimera o cuando Chad golpea a Ghostface en la cara con un candelabro o lo que fuera. Debe ser que la máscara actúa como una protección de grafeno.
Sigo por Amber y Richie. Primero, con ella. Me resulta un poco increíble que alguien de su complexión y tamaño (cuya altura, una vez está disfrazada de Ghostface, no concuerda en la escena del hospital) pueda matar a Dewey, que por muy estropeado que esté tiene mayor preparación que ella.
Pero si me llegas a poner a Jill Roberts o Charlie Walker tampoco me lo creería. No solo es una cuestión de altura (Chucky y su familia la lía sin parar), sino de fuerza: para destripar a alguien como Dewey, dudo mucho que alguien de la complexión de los mencionados hubiera podido lograrlo. Pero bueno, estaba claro que debía morir después de haber sido apuñalado nueve veces (y haber gastado todas sus vidas en la escena del estudio de grabación de la segunda película). Él era el único motivo que podía hacer que Gale y Sidney se reunieran en Woodsboro para ayudar a los jóvenes.
Y, ahora, quiero involucrar a la pareja psicópata del año. En la cocina, Amber dice que Dewey tenía que morir, pero solo hay que recordar la expresión de sorpresa de Richie cuando el bueno del policía retirado le descerraja a Amber unos cuantos tiros.
El plan podría haberse truncado en una simple acción si Dewey no hubiera apartado la vista de ella para mirar la llamada de Gale en su móvil. Creo que es un poco «John Kramer» (me encanta Saw, pero podría llevarme un buen rato escribir de ella) y pretenden hacernos creer que todo estaba bien hilvanado, sin posibilidad de error, cuando Amber podía haber muerto si Dewey le hubiera llegado a disparar en la cabeza, que era su intención (y que recordaba las palabras de Randy sobre que para matar al malo debes dispararle en la cabeza o directamente decapitarlo).
Vamos con el hombre de acero, o Chad Meeks, quien recibe siete puñaladas (una de ellas en el muslo, y algo me dice que la herida del muslo es algo grave) y vive para contarlo, cuando ni siquiera Sam, Tara y Richie han llegado a la fiesta de Amber en casa de Stu.
Por último, y esto a nivel de guion, no sé si pensar que ha sido bien enfocado o un fallo. Desde el primer momento en que los amigos se reúnen sabemos que Amber muestra un comportamiento posesivo con Tara, algo que se reafirma en el bar cuando Wes dice «ningún tío es digno de ella y ahora su familia tampoco».
Alguien con un comportamiento así merece recibir las sospechas de los demás, pero no, porque hasta el último no se descubre que es la asesina. Es casi tan poco sospechoso como que Stu Macher no fuera el asesino. ¡Solo hay que ver su forma de actuar, sus chistes de humor negro o la cara de desquiciado que pone en el videoclub!
Por Wes
Llegamos a la parte final. Y es que, con sus aciertos y fallos, Scream 5 es un homenaje no solo en la forma de hacer la película, conservando elementos de Wes Craven, prescindiendo de otros, añadiendo nuevos o modificando los existentes, sino en los guiños que se introducen.
Hablo de momentos que pueden pasar desapercibidos o que directamente no se incluyeron, como la sombra proyectada de Ghostface (que salía en el tráiler oficial) en el callejón donde mata a Vince y que recuerda a la toma donde Freddy Krueger, en su primera película, extiende sus brazos y persigue a Tina.
A colación de este personaje, haciendo una búsqueda rápida en internet descubrimos que es un homenaje andante a Craven, desde uno de sus tatuajes en honor a Pesadilla en Elm Street a que su nombre de pila sea una referencia al actor Vince Vaughn, quien interpreta a Stu Macher (su tío) en Puñalada.
También vemos la calle Elm cuando Sam y Richie regresan a Woodsboro. No es casualidad que el hijo de Judy se llame Wes, porque es el motivo ideal para celebrar una fiesta por su muerte y honrar su legado (donde en el momento del brindis se añadieron voces en off de personas como Matthew Lillard, la mujer de Wes Craven, Iya Labunka, Hayden Panettiere, Drew Barrymore, Jamie Kennedy o Kevin Williamson).
Y, por último, cumplen la intención de Wes Craven al confirmar que Kirby está viva. Esto se ve mientras Richie mira YouTube y, en un margen de vídeos recomendados, aparece el titular «entrevista a Kirby Reed, superviviente de Woodsboro».
En definitiva, creo que esta película, enfocada más a enseñarnos las reglas de la «recuela», honrar a Wes Craven y los seguidores de la saga, es un buen punto y aparte de Woodsboro.
Quizás la historia termine de escribirse en Nueva York, o quizás regrese donde todo comenzó, porque, de una forma u otra, todo está conectado con Woodsboro.
Y hasta aquí todo. No quiero extenderme más, porque todo lo que he excluido solo serviría para meter relleno y no estaría relacionado con el tema principal del artículo.
Antes de despedirme, me gustaría ofrecer un consejo: cinéfilos, con o sin titulación, o seguidores en general del cine, no ardáis por una opinión contraria o porque vuestra película o serie favoritas no tengan el desenlace o la continuación esperada. No seáis como Richie y Amber o terminaréis… gritando.
¡Felices puñaladas!