Opinión: EL CABALLERO OSCURO (por P. Artola)
La trascendencia de un género
Perfecto Artola Fernández
¿Conocéis esa sensación en la que algo nos marca en un momento de nuestra vida y que, conforme pasan los años, se vuelve borroso por todas las vivencias que tenemos, quedando reducido meramente a, lo dicho, una sensación?
Digamos que se distorsiona y nos quedamos con “oh sí, eso estaba bien”… perdemos los matices, perdemos los detalles… incluido el cine. Con el tiempo todo se convierte en meme: figuras, actores y momentos que se emplean cotidianamente para parodiar ese día a día, pero… ¿porqué elementos concretos? Ese actor, esa escena, esa música… Es sencillo: porque han trascendido, y volvemos a que todo se distorsiona y olvidamos el “¿Por qué?”
Mucha gente reconoce a El Caballero Oscuro como “la mejor película de superhéroes jamás hecha”, “Heath Ledger es el mejor Joker que jamás nos han dado”… Recuerdo en 2008 su estreno y acabé viéndola tres veces en el cine,
La veía una y otra vez porque sentía la calidad del producto, el guión, pero no sabía expresar qué me quería decir todo eso, analíticamente; ¿por qué es esta la mejor película de superhéroes jamás hecha?
Todo se ha dicho sobre esta cinta pero mi conocimiento es limitado y sinceramente, no lo sé todo sobre El caballero de la noche; he crecido con él, vista su serie de animación, leído algún cómic, jugado los videojuegos de Rocksteady (es decir, la saga Arkham incluyendo Origins) y por supuesto visto las películas, incluyendo la magna de Batman Forever, así que procuraré ir a mi perspectiva personal del film.
En los años 80 llegó una revolución al mundo de los cómics: el estilo oscuro, trascendente y reflexivo, una nueva oleada de historias más adultas que harían ver que “las viñetas no son solo para niños”.
De hecho, la casa DC trajo unos ejemplos maravillosos con V de Vendetta, Watchmen (por favor, leeros el cómic y no hagáis mucho caso a la adaptación de Snyder), Sandman y El regreso de el caballero oscuro; todos ellos contenían ese toque de realismo, reflexión, oscuridad, madurez; destacaría Batman por su salto enorme, aportando el gran punto de inflexión de un nuevo caballero oscuro sobre la cultura freak.
Llegaron otros como por ejemplo Asilo Arkham o el conocido La broma asesina, donde humanizan a antagonistas y protagonistas, creando así una mayor conexión con el lector.
Estos coletazos en los cómics del caballero de Gotham se verían reflejado a finales de los ochenta con el Batman de Tim Burton, un director que crea cine de autor, con estilo propio, que le dio a la cinta un aire gótico, sumando otra gota más en la madurez del personaje y una entrada sobresaliente en el cine.
La película fue muy bien, así que para la secuela Batman vuelve le dieron total libertad creativa y fue más gótico aún si puede, generando una cinta menos comercial y más personal, lo que se tradujo en una bajada en taquilla y el cambio de director a otro menos “comprometido” por así decirlo (la gente sigue recordando las dos de Tim Burton como las mejores de su época, si no las mejores en algunos casos).
Batman pasó de la comedia en la serie de los sesenta, al dramatismo de un personaje lleno de miedos, camuflados en su apariencia de héroe para luchar contra sus enemigos; su conflicto interno de intentar controlarlo él (al miedo) y no a la inversa es algo que nunca termina de culminar y que apasiona a los fans por su credibilidad.
Bruce Wayne vive atormentado, lleno de culpabilidad por la muerte de sus padres, incapaz de socializar y utilizando el dinero como disfraz para aparentar ser un triunfador y poco más; unas potentes capas de profundidad que el personaje fue adquiriendo desde los ochenta, perdiendo durante los noventa con Joel Schumacher y recuperando con el cambio de rumbo de Christopher Nolan.
Un regreso triunfal
Nolan, creador también de cine de autor, decidió componer un arco de tres películas sobre esta figura nocturna y traerla con todas las referencias del héroe nacido décadas atrás y así fue.
En 2005 llegó Batman Begins y, al menos para servidor, traía una carta de amor directa tanto al personaje (dándole una historia y un carácter sofisticado y serio) como al propio Tim Burton, pues la Gotham de esta película es sucia y llena de humo y colores sepia; es Burton y es comiquero, un espectáculo visual que traía la llegada del BATMAN con mayúsculas que estábamos esperando.
No obstante, pese a su gran acabado, posee una historia cliché que conocemos de sobra: la evolución de don nadie a héroe y el malo que parecía bueno al principio y que después no lo es; debo admitir que los motivos por los que quería destruir Gotham son interesantes de estudiar, pero no sería hasta 2008 cuando llegase la secuela y toda la explosión de sus posibilidades.
El Caballero Oscuro llegó en el momento preciso, justo cuando el conocido Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) se estaba cimentando y, por tanto, no sabíamos en qué se convertiría; además, no había Whatshapp ni Twitter ni miles de comentarios, filtraciones ni spoilers que no hacen hoy en día más que entorpecer la experiencia, ir al cine quizá con una expectativas concretas y, en algunos casos, ver la película saturado de información previa; con todo esto quiero decir que el primer motivo por el que esta película sorprendió fue porque realmente nadie se lo esperaba.
El filme no tiene una estructura totalmente clara en lo que respecta a los principios de introducción – nudo – desenlace, sino que se expone desorganizada, yendo de un sitio a otro, con picos en los que parece que todo va bien y de repente pega el bajón; hace que estemos pegados constantemente a la pantalla porque no sabemos lo que va a ocurrir, reflejando el propio caos interno del personaje.
Batman, o Bruce Wayne, no lleva la batuta en la cinta sino que se convierte en una pieza más al son de los conflictos en la ciudad y en él mismo; otros personajes como James Gordon o Harvey Dent comparten estatus con Batman, esta vez relegado a una categoría igualitaria desde la cual intenta resolver el desorden que el verdadero protagonista está provocando: Joker.
El peor lado de nosotros mismos
Aparte de la asombrosa actuación de Ledger, de la que a estas alturas no cabe añadir mucho, hay algo más, lo que el personaje es realmente y personifica en forma de payaso: el descontrol, el exceso.
Batman va limpiando la ciudad de la peste, uno a uno, todo va mejorando, pero algo hay entre las sombras, algo con sonrisa, algo sin miramientos por nada y es, con su aparición, cuando, definitivamente, todo se vende al desconocimiento de qué va a pasar.
De repente los personajes ya no se sienten tan seguros, los clichés de “el buen abogado”, “el buen policía” y “el buen ciudadano” se ven rotos, colapsados, los muros se derrumban y se sienten vulnerables y expuestos a algo nuevo, a su lado más primitivo y humano: el del miedo y el desconcierto…
Eso es Joker, la reencarnación de nuestros miedos y temores, el desconcierto que provoca que una crisis aparezca, que las cosas se nos tuerzan y todo se nos venga abajo, que nuestros miedos y temores más primarios cobren fuerza y nos hagan entrar en un pozo anárquico de malestar.
Y el personaje además lo suelta en la cara, a través de diálogos como el del hospital o el de la sala de interrogatorio sacando de sus casillas al propio Batman, abatido por un tipo que se ríe de todo… Una representación de nosotros hundiéndonos y desesperándonos ante la vida cuando escapa a nuestro control.
Realmente El Joker personifica esto y muchas más cosas, aunque hago especial mención a esta porque es la que más me choca, pero también podría ser perfectamente la manipulación (por ejemplo con Harvey Dent, cambiándole de bando, y siendo consciente de la repercusión que tiene ese hombre para crear el caos definitivo); aunque alardee de devastar la ciudad bajo la bandera del desorden, todo lo tiene maquiavélicamente preparado…
Por ello, Ledger compone al mejor Joker, por ser un personaje por encima de todo lo demás, incluso de la trama, haciendo un nudo con ella y dinamitándola con una sonrisa en la cara.
La estructura se fractura, el Joker resquebraja a sus personajes y ni Batman puede salvarlos, quedan expuestos y vulnerables, dibujando una crítica hacia nuestros fantasmas, nuestros miedos, incluso hacia la política con todo el tema de la corrupción que no es más que la oscuridad de personas con poder en la sociedad…
Y el final tampoco es una salida dulce: Batman se sacrifica, mancillando su imagen para que la gente no sepa de la manipulación de Joker hacia Harvey Dent, convirtiéndolo en un villano y, así, huyendo de la justicia y triunfando el mal, es como la película finaliza.
Regresamos a aquella década lejana, a aquellos cómics DC de los ochenta que fueron un antes y un después al romper barreras, yendo un paso más allá de lo establecido, porque la censura no era motivo de reserva y lo políticamente correcto se dejaba de lado.
Con estos antecedentes, es normal que la tercera película de Nolan fuese la peor de la saga: la presión por crear un producto superior y los problemas que hubo durante el rodaje como el fallecimiento del propio Ledger, previsto para la trama, forzaron la reconstrucción de la historia hacia un desarrollo un tanto saturado, con fallos de guión, una trama de héroe salvando la ciudad demasiado predecible esta vez.
En consecuencia, El caballero oscuro, aún siendo la intermedia de la saga, se elevó a cine de culto y puede verse independiente a las otras dos ya que se sale de ambas; lo que importa no es la historia en sí misma, lo que importa es el conflicto y la reflexión que queda cuando la acabas de ver.
Muchas cintas han intentado crear un nuevo “Caballero Oscuro”, desde Zack Snyder (pensando que por poner tonos oscuros la película es profunda) o incluso Marvel con Civil War o Spiderman 2 de Sam Raimi, que, aunque están muy bien dentro del género, no llegan al nivel de humanidad y trascendencia del largometraje de Nolan, una película que demuestra que el superhéroe puede estar rebosante de humanidad también en el cine, llegando a las grandes masas que no lo conocen a través de otro medio, como ya ocurrió con la adaptación de El señor de los anillos.
Por todo lo dicho (desde la visión de un humilde servidos) El Caballero Oscuro es al cine de superhéroes lo que El Padrino al de gánsteres y, francamente, no va a ser algo fácil de superar ni igualar; y más ahora, donde las películas más taquilleras destacan por la espectacularidad visual y no por una trama que haga pensar, profundizar en nuestro miedos, en los límites del ser humano, en los conflictos que nos rodean, y en la posibilidad de que los buenos… no siempre ganan.