Opinión: CON EXTRA DE BUGS

Una valoración del estado actual de la industria, con un poco de ironía… Y de mozzarella

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Square-Enix nos emplaza al E3 2019 para saber más del remake de Final Fantasy VII, que continúa siendo el título más esperado entre los japoneses. El último tráiler apela a la nostalgia y vuelve a desatar las pasiones en torno a él, polarizando a los usuarios entre los incrédulos (el formato será episódico y las batallas, en tiempo real), los esperanzados y los pasotas, un grupo más que abultado tras las expectativas no cumplidas por la entrega XV y Kingdom Hearts III.

¿En qué grupo me ubico yo? Voy a intentar definir mi postura, repasando la situación actual del mundillo, la evolución reciente de la industria y el trato que reciben los usuarios. Bienvenidos al único artículo del mundo mundial que relaciona los videojuegos en general, el remake de Final Fantasy VII y ¡¡la pizza!! ¡¡Allé voy!!

Me encantan los videojuegos desde siempre. No todos los géneros por igual; con el tiempo me he ido decantando por unos más que por otros, y nunca me ha importado la guerra de marcas, me parece una gilipollez (cuando Sega VS Nintendo, y ahora con Microsoft y Sony, lo mismo).

Siempre los he apoyado al máximo, como medio cultural y de entretenimiento que los considero. La llegada de las traducciones (Illusion of Time, Secret of Evermore), la revolución del CD, los saltos tecnológicos… Los he experimentado con el deseo de que este hobby siga renovándose para sorprender.

Pero no sé en qué momento se ha empezado a abusar de la confianza del usuario. Pasito a pasito, poco a poco, con detalles más pequeños unos y más descarados otros, se ha envuelto al videojuego de una serie de lacras que echan por tierra, a menudo, la experiencia que debería ser.

No hablo, únicamente, desde la perspectiva de alguien que, en comparación a hace 32 años, ya no tiene el mismo tiempo libre para dedicarse a esto. No es una cuestión de ser más selectivo, es una cuestión de calidad en los servicios y productos que pagamos.

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Vamos a dejar a un lado (porque somos unos cachondos) los bugs gráficos -algunos son hasta divertidos-. Hablamos de cuelgues, partidas que se corrompen, misiones que se desactivan… En novedades que cuestan 70 € y que, si hay suerte, se terminan puliendo meses después de su debut.

No sólo eso: hay juegos que venden el final aparte, como dlc; se ha limitado el número de cuentas con que compartir; en consolas se ha establecido el online de pago (hasta se intentó controlar el acceso con “pases online”) y otros traen más material fuera del disco que dentro.

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Evidentemente, siempre hay compañías que se desmarcan de estas tendencias, pero la realidad generalizada es ésta. ¿Significa que seguir disfrutando de este mundillo implica mirar para otro lado? ¿O quizá sea mejor apoyar a quien muestra un interés en cuidar al aficionado?

¿Qué pintan las pizzas aquí? Vamos a ello. Es una de mis comidas favoritas. Supongamos que un par de veces al mes me gusta ir a comer las del Tio Salvatore, y darme ese capricho. Pero, si empieza a servirlas frías, con mucho atraso, cobrándome ingredientes por la cara.. ¿Vosotros no protestáis?

Es decir: con tal de comer lo que habéis pedido, ¿os da igual cómo y cuándo os lo sirvan? A mí, no; y lo mismo aplico a videojuegos, y a cualquier circunstancia donde yo sea consumidor. El hilo en Twitter en el que comentaba esto mismo -en el que se superaron las 15000 impresiones y las 1500 interacciones- recogía opiniones que defendían la complejidad actual de la industria y la dificultad de solventar los problemas técnicos de un lanzamiento; es evidente que la magnitud de ciertas producciones complica la detección de fallos, pero también lo es que el control de calidad de numerosos desarrollos no está acorde con sus presupuestos (el número de Triples A con cantidades ingentes de problemas es preocupante).

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Al final, lo que consiguen es que la gente generalice esta tendencia al alza, se canse y se pire. Porque ya es más que habitual un downgrade del copón (Watch Dogs), traducciones pésimas si es que llegan (Batman Telltale), títulos que se anuncian en PS2 y llegan en PS4 (Trico/The Last Guardian de mis amores) o un doblaje al español semanas después de su estreno (Gears4)…

Podéis argumentarme que, claro, la pizza la pido a mi rollo y el videojuego lo hacen al suyo: genial. Lo tomo o lo dejo. Esto es: la demagogia de los fanáticos, la cantinela de los conformistas. Porque, entonces ¿todo vale? Si algo te gusta mucho ¿tienes que renunciar a la objetividad, a unos principios mínimos? La verdad, pienso que no…

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Como apuntaban en el hilo, la condescendencia de algunos no conoce límites. Igual que exigimos que los libros que compramos no incluyan faltas de ortografía, que los discos no tengan problemas de sonido, un BluRay no contenga fallos en la imagen o que el cine no proyecte una película con interrupciones, ¿por qué nos parece bien que un videojuego de 70 € requiera de un parche de 40 GB el mismo día de estreno y aún así no logre corregir todos sus errores?

Casos como FFVII escuecen más. El tortuoso desarrollo de FFXV tendría que haberle dado una lección a SquareEnix, pero ha repetido jugada en Kingdom Hearts 3 y sigue en esa línea. Títulos muy esperados que anuncia para guardar años de silencio, con ideas tan extrañas como fraccionarlo…

Y no confundamos impaciencia con informalidad. Square sabe que éste no es un juego cualquiera: gestionar los tiempos es fundamental cuando arrastras esas masas. La sensación de que tiran de nostalgia para mercadear con el arranque de dos generaciones es bastante obvia (y triste).

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Por mi parte, le sigo dando el beneficio de la duda. Pero no puedo evitar lamentarme del modo en que actúan, ellos y tantas otras compañías. Es que es algo que trasciende (debería) del negocio: los juegos son una fábrica de sueños y muchos abusan de la ilusión que despiertan.

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¡Ya me he despachado! Si lo habéis leído, muchas gracias. Buscaba explicar mejor mi opinión,que es solo eso; no estoy en posesión de la verdad absoluta. Mi pasión por el mundillo seguirá, aunque cada vez me hagan ser más exigentes a la hora de gastar mi dinero: a nadie nos gusta la pizza fría, ¿no?

Sergio Díaz
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