Análisis Retro HARRY POTTER en PlayStation (PS1, PSX) – El hechizo de la nostalgia
Recordamos algunos de los juegos imprescindibles para los forofos de Harry Potter y toda la magia de Hogwarts
Perfecto Artola Fernández
Muy buenas a todos y sed bienvenidos al especial ‘Harry Potter’, un nuevo artículo de servidor, uno que, como todos vosotros, se entrega a estos maravillosos mundos imaginarios para desconectar y vivir fantásticas aventuras en un lugar donde la fantasía no tiene final.
Si no llevo mal mis cuentas, esta sería la intervención número siete en esta fantástica revista online y he pensado, entre tanto E3, tantas películas y tanto de todo, parar un momento, realizar un paréntesis y contaros una sencilla historia, la historia de cómo me enamoré de un juego bastante olvidado (aunque debería hablar en plural, puesto que son dos) y lo que significó para mí; podría decirse incluso que todo esto funcionará a modo de crítica pero no es mi intención.
Voy a basarme totalmente en la subjetividad y a intentar traer mi chispa de ilusión, de la ilusión que todos compartimos por los videojuegos… Aquí hablo de “Harry Potter en PSX”, tanto “La piedra filosofal” como “la cámara secreta”.
25 de Diciembre del año 2001. La típica tarde del día de Navidad, cuando la familia lleva a sus hijos (es decir, reunión de primos) al cine a ver una película… Había unas cuantas pero entre ellas teníamos “La Comunidad del Anillo” (cinta que conocería meses después y que… en fin, es mi trilogía preferida y en extensión mi película preferida del mundo) y una misteriosa cinta… “Harry Potter y La Piedra Filosofal”… Entré y… Salí del cine siendo otra persona.
Aquella mágica película me marcó y dejó en mí una semilla de amor hacia el mundo del joven estudiante que con los años ha ido potenciándose; ¿quién no querría vivir en Hogwarts, coger el tren y cenar en el gran comedor o jugar al quidditch?
La película solo fue el comienzo ya que en mi santo, en 2002, recibí el libro. La ambición por conocer más sobre Harry Potter fue a más, la ganas de tener más material, leer sus historias, ver la segunda cinta… Y entre espera y espera voy y me entero de que ¡hay un videojuego!
Antes de todo, antes de tanta red social, de tanta saturación de información, de filtraciones, de tecnología a mansalva… Había inocencia, pura inocencia acompañada del hecho de ser un crío; nos encontrábamos en pleno comienzo del nuevo milenio: aún no éramos conscientes de todo lo que se nos venía encima y seguramente mi generación, la de los 90, sería la última en vivir con un atisbo de inocencia debido a las tecnologías que futuras generaciones ya tendrían.
Grandes sagas estaban a punto de llegar al cine; aún estábamos viviendo la época del uso de cintas VHS… Y entre todo eso estaba yo, un niño de 11 años que había hecho su primera comunión en Mayo del 2002.
En aquel momento la PlayStation ya había tocado mis manos, tras conocer la Gameboy con Pokémon amarillo y unos cuantos juegos de Sony… Pero ese día fue especial, más allá de mi comunión lo fue porque me obsequiaron con 10.000 maravillosas pesetas (las pesetas eh, que salían más rentables…), y fui, esa misma tarde, directo a mi videoclub más cercano para comprarme lo que en aquel momento era, en versión película, mi preferida de todas: “Harry Potter y la piedra filosofal” para PSX.
Ignorante de todos los memes (memes, ¿existían en aquella época?) por sus gráficos de caras deformes y diálogos algo tontos como el de Neville -al principio del juego con Ron-, me maravillé ante la idea de ser el gran Harry Potter, tener Hogwarts a mi disposición y hacer tareas como conseguir los cromos de brujas y magos famosos, aprender a montar en escoba o temer al profesor Snape en las mazmorras.
No se basaba por completo en las películas ni muchísimo menos (esto fue sobretodo desde el cuarto, donde comenzó la decadencia de la saga en videojuegos), sino que también cogía de los libros.
De ahí que conocemos a algún que otro personaje nuevo como Peeves, el fantasma cascarrabias o, ya en “La cámara secreta”, ser invitados por Nick Casidecapitado a su fiesta de cumpleaños. Hay momentos tanto en un juego como en el otro que han marcado mi memoria para siempre como aficionado y que hace que coloque a ambos en mi top de 10 juegos preferidos.
No podré olvidar la adrenalina de intentar bajar a las mazmorras, con aquellos pasillos oscuros y encontrarme de golpe a Snape para decirme que no podía entrar, no hasta completar otros niveles…
Y no podré olvidar las propias mazmorras una vez entras, tan sucias y oscuras, teniendo que ir a clase de pociones e ir destruyendo los cuatro ojos malditos donde te encontrabas a Voldemort de repente, y si te acercabas a él, se alejaba… ¡El susto que me llevé cuando lo vi, ahí, desde lejos, observándome!
Momentos como entrar en la biblioteca prohibida e ir pasando sus diferentes habitaciones sin que Filch te pillase, un momento en el que la música dejaba de sonar y solo se oía la respiración de tu personaje; las ligas de Quidditch; los tres tableros de ajedrez que debías completar para capturar a Quirrel (qué difícil era el tercero…); huir de los trolls o andar por el bosque prohibido…
Lo inquietante de ambos juegos es que tenían un tono bastante tétrico y oscuro y más para ser juegos prácticamente para niños de 12 años… A mí me parecían espeluznantes pero, si las mazmorras en “La piedra filosofal” fueron mi pesadilla nocturna y aún lo recuerdo con cierto pavor, me viene también a la mente algunos momentos de “La cámara secreta”.
Con el auge de la saga, en pleno 2002, tras el éxito de su primera entrega “La cámara secreta” también tenía más presupuesto en sus juegos y no solo en la película; sin embargo, en PSX poco se notó salvo que le dieron al juego cierto aire de “sabemos quiénes somos” -que no tenía el primero- y además le dieron a Harry una voz, diálogos, que no existían en el anterior más allá de decir “Flipendo” y “¡ah!”…
Todo ello sin perder el aura misteriosa y algo oscura que tenía la anterior entrega, dando aquí a conocer esa voz, la voz del basilisco que te atormenta por los pasillos mientras sonaba una sutil y algo hostil melodía que me hacía temblar hasta el más diminuto de mis huesos… Maldito Gilderoy que me hacía ir a clase de Defensa contra las artes oscuras por la noche…
Tristemente la PSX echó el cierre y aunque la saga continuó en nuevas consolas ya no era lo mismo; parece que se hizo el intercambio de mayor motor gráfico pero menores posibilidades (aunque en el tercer y quinto y sexto juego podías ir por todo el castillo pero… Se sentía soso, vacío, mucho adorno en muy poco pastel).
Las aventuras por Hogwarts, las visitas con Hagrid al Callejón Diagón y los mininiveles en las cámaras de Gringotts,… me paro a pensarlo y pienso en lo que hemos cambiado, en cómo son las cosas ahora y que la magia no es tan pura como lo era antes, sea por la edad, porque ya hay mucho de todo o por ambas cosas.
Dos juegos que en su conjunto duran unas 12 horas (a 6 por juego) que te metían de lleno, con tenías mil tareas por hacer y una inquietante e indescriptible sensación de oscuridad y magia; su mezcla de extraños escenarios y sonidos (o ausencia de ellos) daban una rareza peculiar poco convencional dentro de unos juegos que eran parte de marketing tanto del cine como de la literatura.
Incluso era algo que podía sentirse desde el propio menú principal que tienen, por cierto, unos temas geniales, llenos de las intenciones que para mí transmitían los juegos: magia y misterio; con unas melodías que se quedaban en tu oído, la de “La piedra filosofal” más “extraña”, la de “La cámara secreta” más épica.
Aún tengo pendiente pasármelos ambos juntos en una maratón que estoy seguro que en cuanto pueda haré; dos juegazos olvidados que me parecen de 10. Ya veis: como dije al principio del artículo, iba a ser totalmente subjetivo.
Larga vida al niño que hay en nuestro interior, que sobrevive cada día a los latigazos de la vida, larga vida a las historias que merecen la pena ser contadas y larga vida a los videojuegos. Que su magia jamás se apague.
¡Nos vemos en el Canal de YouTube y próximamente con otro artículo aquí, en Videojuerguistas!
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