Retroanálisis de METAL GEAR SOLID para PlayStation (PSX, PS1) – Cuando Kojima derribó la cuarta pared

Uno de los títulos más populares de todos los tiempos

Carismático, intenso, vibrante o rompedor son algunos de los calificativos más recurrentes a la hora de definir Metal Gear Solid, una creación paradigmática en la industria del videojuego, convertida en un clásico instantáneo desde su lanzamiento, tal día como hoy 3 de Septiembre en Japón, allá por 1998 (a EEUU llegaría en octubre y a Europa, nueve meses después).

El escaso éxito comercial de la consola 3DO forzó la decisión de trasladar el proyecto dirigido, escrito y producido por Hideo Kojima a PlayStation, plataforma en la que vendió más de seis millones de copias a nivel mundial.

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La acción se desarrollaba la última semana de febrero de 2005, exactamente una década después del desenlace de Metal Gear, la primera entrega de la serie.

El protagonista, Solid Snake, recibía el encargo del coronel Campbell de rescatar a su sobrina Meryl, al jefe de la Agencia de Proyectos de Investigación de Defensa de EEUU y al presidente de una poderosa corporación paramilitar, hechos rehenes por el grupo terrorista FOX HOUND en la isla Shadow Moses.

La sustracción de un vanguardista tanque nuclear denominado Metal Gear REX es la baza que FOX HOUND utiliza contra el gobierno norteamericano, al que chantajea con un ataque si no reciben el cuerpo del mercenario Big Boss en 24 horas…

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La contrarreloj en la que se verá envuelto Snake para acabar con la célula terrorista deja para la posteridad un guión lleno de sobresaltos, con aliados que se convierten en enemigos (y viceversa), giros inesperados y un gusto por el detalle enfermizamente exquisito que retrataba el meticuloso carácter de Kojima.

Porque, desde luego, si Metal Gear Solid es leyenda del videojuego, es gracias al creativo. Nunca ha ocultado que su vocación frustrada es ser director de cine, pero, como no hay mal que por bien no venga, lo que ha perdido la gran pantalla lo ha ganado el entretenimiento interactivo: su deseo de convertir al jugador en espectador y de hacerle partícipe de los hilos argumentales se trasladó a la producción con una resolución incontestable.

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Las secuencias de la tortura, el encuentro con Psycho Mantis y la lectura de nuestra Memory Card o la vibración del DualShock sirven para ilustrar el pretendido (y logrado) derribo de “la cuarta pared”: la capacidad de inmersión era total y el derroche gráfico para la época –con una extraordinaria puesta en escena completamente tridimensional- contribuyó al impacto general en la comunidad de aficionados.

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Las dotes de guionista de Kojima –que contó con la colaboración de Tomokazu Fukushima- tejieron una elaborada reprobación a las políticas de defensa de las grandes potencias, dejando, de paso, uno de los personajes de más calado del mundillo: Solid Snake encarnaba un héroe/antihéroe inconfundible, un militar frío, solitario y calculador que, sin embargo, cuestiona la legitimidad de la violencia como única disposición de conflictos.

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Socarrón, fumador y amante de los animales, el combatiente que ideó Kojima -inspirándose en el Snake de Rescate en Nueva York (1981) y el ladrón de guante blanco Lupin III del manga homónimo de 1967-, goza de una profundidad psicológica poco habitual en el ocio electrónico, erigiéndose como el mejor personaje de un videojuego, según distintas encuestas (Famitsu, 2010; GamesRadar, 2009).

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La complejidad emocional de Snake no desentona con el trato recibido por el resto de héroes y villanos de Metal Gear Solid: aunque su personalidad brille con luz propia, todos y cada uno de los involucrados en la historia cuentan con su particular red de motivaciones con que justificar sus actos, regalando al usuario un universo narrativo extenso y profundo.

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Revolver Ocelot, Vulcan Raven, Otacon, Liquid Snake… Ninguno presenta un perfil vacío, sino un cúmulo de matices que dibujan cualidades muy desiguales, funcionando como piezas de un puzzle escrupulosamente estudiado que se desgrana, magistralmente, a través de cinemáticas y conversaciones vía códec.

Este compromiso de Kojima para con sus propios personajes, así como la necesidad de que el público sepa de sus intereses, le ha granjeado no pocas críticas entre ciertos sectores de usuarios, que consideran excesiva la carga narrativa (pasiva) de sus trabajos.

En concreto en éste, si el total se alargaba unas 9 horas, aproximadamente 4 consistían en diálogos entre personajes; la cifra corrobora el enorme trasfondo argumental del título, evidenciando ese propósito de fusionar narración y jugabilidad.

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La debatida simbiosis, canónica para Kojima, transforma sus creaciones en verdaderos ejercicios de estilo y, como tales, genera los consecuentes detractores y defensores; lo que no puede negarse, se esté a favor o en contra, es que tiene sello propio.

Y así lo estampó en su obra más emblemática hasta la fecha. La decisión de renunciar, por ejemplo, a planos CG para mantener el motor gráfico en todo momento, fue definitivamente lúcida, ya que amagaba con ofrecer una sensación cercana al “plano secuencia” y no romper el grado de inmersión.

De esta manera, visualizar los títulos de crédito transmitía el potente efecto de haber protagonizado una película de acción. Desenlace, por cierto, acompañado de una pieza musical cantada en gaélico, ratificando por última vez la tremenda personalidad del juego.

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Metal Gear Solid no sólo descolocaba al aficionado por detalles de esa envergadura; la grandeza del título se encontraba en una jugabilidad prodigiosa donde actuar a bocajarro finiquitaba la partida. El sigilo y la reflexión serían nuestras mejores armas, incitando a buscar pasadizos, escondites o provocar despistes en los centinelas de Shadow Moses para cruzar una estancia.

La tensión y la diversión se daban la mano en una combinación irresistible. El gato y el ratón se reinventaba para el ocio digital, dándonos la oportunidad de escondernos en cajas o bajo camas, hacer saltar una alarma para escabullirnos a la habitación contigua o noquear a un vigilante al que hemos atraído a un lugar apartado.

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Las múltiples formas de encarar una misma situación potenciaban la rejugabilidad de la producción, que, además, incluía gadgets con los que ampliar la dinámica base -visión nocturna, prismáticos, infrarrojos…- en el curso de la trama, como también distintos finales y pasajes según determinadas decisiones.

Asimismo, Kojima había introducido diversas recompensas, huevos de pascua y curiosidades que fomentaban escudriñar al máximo el juego y probar distintas maneras de avanzar (por ejemplo, concluir la aventura sin eliminar a nadie).

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Sin una inteligencia artificial a la altura de la propuesta, el desarrollo no habría alcanzado las cotas de genialidad que amontona. Las huellas en la nieve, las pisadas en los charcos, el cambio de lugar de objetos…

Todo es susceptible de poner en alerta a los guardas y de que nos localicen en plena faena; con ello, la percepción de estar solos ante el peligro se palpa a cada instante, aumentando nuestra implicación y disparando la diversión.

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En definitiva, Metal Gear Solid es historia del videojuego.

Marcó a una generación con un planteamiento versátil e inteligente en lo jugable, y maduro en lo narrativo; un conjunto irrepetible que continúa ejerciendo del mayor exponente del sigilo, instalado en la memoria de millones de jugadores como obra maestra gracias a un desarrollo trepidante y repleto de personalidad.

El único capítulo de la franquicia con doblaje al español (mítico el trabajo realizado con Alfonso Vallés al frente del elenco) recibiría una expansión (VR Missions) antes de saltar de generación; numerosas entregas le sucedieron, a veces con controversia (Sons of Liberty cedía el protagonismo a Raiden) y, otras, con aplausos (Snake Eater se considera también obra cumbre del género).

Con Kojima alejado de Konami tras los encontronazos creativos y económicos de The Phantom Pain, la franquicia se dispone a saltar al cine mientras se diluye entre spinoffs de calidad opuesta (MG Survive, 2018; Revengeance, 2013).

Independientemente de cómo volverá –si llega a hacerlo-, Metal Gear Solid cumple dos décadas como un juego revolucionario, transgresor y brillante que ejemplifica los valores que debe reunir el entretenimiento interactivo. Un punto y aparte en la industria que nos hizo sentir, como nunca, en el papel de espías, informadores y héroes en una aventura inolvidable.

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